En 1977, el presidente Carter de EE. UU. dijo en un discurso en Polonia que quería conocer los “deseos carnales” de la gente del país y que, cuando se marchara de allí, nunca volvería. Al menos eso es lo que dijo su intérprete cuando tradujo el discurso, confundiendo a todos los que lo escucharon. Para colmo, el intérprete estaba más acostumbrado a interpretar en ruso, y mezclaba el polaco con palabras rusas, una idea pésima en un país que había luchado contra los soviéticos durante generaciones.
Lo que el presidente Carter quiso decir en realidad era que quería saber más sobre los deseos de los polacos para el futuro, y que simplemente se marcharía del país en unos días. El intérprete, evidentemente, no estaba acostumbrado a interpretar de esa forma, y como consecuencia, este error ha quedado grabado en la historia como uno de los peores fallos de traducción.
Es importante destacar que la culpa no es tanto del intérprete, sino de los que lo eligieron. Era un experto traductor de textos polacos y un gran intérprete del ruso al inglés, pero no tenía experiencia interpretando del polaco al inglés. Decir que es culpa del traductor sería como pedirle a Cristiano Ronaldo que ganara un torneo mundial de tenis y, cuando perdiera, echarle la culpa y decir que no es un gran atleta. Lo es, solo que no ha podido competir en su especialidad.
Para cualquier interpretación es esencial contar con un intérprete experto, no solo en los idiomas o la temática por separado, sino en el la temática deseada y en la combinación lingüística requerida, como un todo.
De este modo, especificar claramente las aptitudes requeridas y las que tienen los posibles traductores o intérpretes es esencial para asegurar que se elige a la persona más adecuada para un trabajo determinado.
Fuentes: mentalfloss; BBC
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