A lo largo de su carrera como especialistas en el sector de la prestación de servicios lingüísticos, los traductores suelen plantearse con frecuencia en qué modalidad les convendría más ejercer su profesión. Esta pregunta es una cuestión que se empieza a abordar desde el periodo formativo (tanto en la universidad como fuera de ella) pero que, dado el alto componente teórico de los programas educativos, se trata de manera superficial y hace que los estudiantes y futuros traductores se encuentren a las puertas de su andadura en la industria de la traducción inmersos en un océano de dudas. Por ello, en este artículo vamos a comparar las ventajas y los inconvenientes de dos modalidades diferenciadas: la traducción en régimen autónomo (o freelance translation) y la traducción en plantilla (in-house translation) para agencias. Por supuesto, la finalidad última de este artículo no es alcanzar conclusiones maniqueas sobre qué opción es mejor y cuál comporta mayores ventajas. Cada profesional tiene una experiencia única que le permite formarse una opinión al respecto, pero dicha experiencia no tiene por qué ser la misma en cada caso y, desde luego, está sujeta a condiciones variables. Así que, ¿qué ventajas e inconvenientes ofrecen, de forma objetiva, estas modalidades?
Por un lado, existe la posibilidad de incorporarse a la plantilla interna de una empresa. De esta forma, los profesionales de la traducción no tienen que encargarse de todos los procesos que conforman la cadena de prestación de servicios lingüísticos, ya que, por lo general, será la agencia la que asuma las tareas de captación de clientes, asesoramiento, facturación, recepción y gestión de encargos, entrega y seguimiento posterior a la entrega. El hecho de que estas funciones recaigan en la empresa contratante permite a los traductores desempeñar únicamente las actividades (inter)lingüísticas para las que haya sido contratado, es decir, que los traductores en plantilla, por lo general, prestan los servicios de traducción, revisión y corrección habituales, entre otras muchas tareas que dependerán de las necesidades del encargo. Por supuesto, convertirse en un engranaje de un sistema tan complejo entraña ciertas necesidades formales. Entre ellas, está la de tener que adaptarse a un horario fijo estandarizado (en la actualidad, no tanto por la mera obligación de cumplir un horario, sino porque es más útil trabajar en una ventana de tiempo en la que sepamos que el resto de compañeros va a estar disponible). Pero, por el contrario, presenta la ventaja de tener un periodo vacacional invariable y garantizado en el que poder desconectar de la actividad laboral. Asimismo, desde el punto de vista práctico, trabajar para una agencia comporta una mayor estabilidad económica, ya que los profesionales sujetos a esta modalidad perciben un salario mínimo (por lo general, con carácter mensual) con independencia de la producción alcanzada, el cual puede incrementarse cuando aumenta esta última. Por otro lado, trabajar en una agencia brinda la oportunidad de formar parte de un equipo, sacar adelante proyectos en colaboración con otros profesionales (a quienes consultar y entre los cuales repartir las tareas), lo que nos permite socializar (ya sea en modalidad presencial o virtual) con otras personas, alejarnos de la aparente soledad asociada a esta profesión y debatir sobre cuestiones propias del sector entre iguales. Por último, muchos trabajadores en plantilla valoran positivamente el tema de la especialización, y es que un flujo constante de trabajo en ciertas áreas temáticas les permite familiarizarse con diversos campos y varios tipos de texto, por lo que existe cierta facilidad a la hora de poder crecer en varias direcciones.
Por otro lado, existe la posibilidad de darse de alta como autónomo. Por supuesto, esta opción plantea un reto inicial, y es que en las universidades y demás centros formativos no suelen dar orientaciones relativas a los procesos burocráticos para poder ejercer la profesión de manera independiente, por lo que hay que informarse bien de todos los requisitos y obligaciones antes de comenzar esta andadura. Asimismo, la parte que recaía fundamentalmente en la agencia recae ahora sobre el profesional, que tiene que crear una cartera de clientes, gestionar los proyectos desde su recepción hasta su entrega, realizar el seguimiento posterior y llevar a cabo las tareas de contabilidad y publicidad. Si bien esto puede presentarse como una desventaja, lo cierto es que gestionar unas tarifas propias y no recurrir a intermediarios hace que el traductor autónomo pueda obtener un beneficio económico mayor en comparación con los traductores en plantilla. Asimismo, esta modalidad otorga una mayor libertad, aunque “ser tu propio jefe” a veces conlleva contravenirla. Y es que, si bien podemos decir qué, cómo y cuándo dónde trabajar, lo cierto es que estaremos sujetos a la cantidad de trabajo que recibamos y a los plazos de nuestros clientes, por ejemplo, ¿qué haríamos si nos llega una orden de encargo por parte de nuestro principal cliente en una semana que nos hemos tomado de vacaciones? Las agencias disponen de diversos equipos y recursos humanos, pero estar al frente de tu propio negocio lleva asociada una disponibilidad más comprometida. Sin embargo, como traductores autónomos podemos crecer en la dirección que deseemos o en la que nos permitan nuestros conocimientos, ya que en esta modalidad es posible seleccionar de qué proyectos queremos encargarnos y de cuáles no (bien sea por conocimientos, por apetencia, por organización temporal, etc.) mientras que en las agencias no hay tanta flexibilidad. Con el trabajo de autónomo, también se puede formar parte de una comunidad profesional extensa. Los traductores autónomos suelen acudir a un gran número de seminarios y convenciones para mantenerse al día de los avances en el sector de la prestación de servicios lingüísticos.
Evidentemente, esta es una introducción general a ambas modalidades de trabajo, por lo que recomendamos ponerse en contacto con distintos profesionales y preguntarles sobre sus respectivas experiencias para poder tomar una decisión fundada. De igual manera, esta decisión en ningún caso es definitiva, y los profesionales de la traducción pueden alternar entre estas modalidades a lo largo de sus carreras.
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