Los traductores somos unos incomprendidos, o al menos tenemos fama de ello. Allí donde otras personas solo ven una actividad que puede realizar gratuitamente un motor de traducción automática, nosotros vemos un proyecto específico enmarcado en un contexto determinado que requiere unas estrategias de localización individuales y bien meditadas. Allí donde otras personas observan que una traducción propuesta no se parece en su forma al original del que parte, nosotros vemos una opción de traducción adaptada a la forma de expresarse en la lengua de destino, una opción a veces arriesgada y que es el producto de una reflexión pausada y de un deseo por proporcionar una traducción de calidad. Allí donde otras personas consideran que nos limitamos a buscar palabras en un diccionario y a «reescribir lo que ya está escrito», nosotros sabemos que pertenecemos a un sector multidisciplinar que presta una enorme variedad de servicios que, en ocasiones, no tienen que ver directamente con la traducción propiamente dicha, como el copywriting, la asesoría lingüística para estrategias de comercialización y el marketing. En efecto, la profesión del traductor es una profesión comprometida con todas las ramas de la comunicación, ya que, de una forma u otra, intervenimos en las relaciones interlingüísticas. Esto quiere decir que, a lo largo de todos nuestros procesos de trabajo, prestamos atención, o deberíamos prestar atención, a aspectos que nuestros clientes u otros traductores menos profesionales suelen pasar más por alto en comparación. Una vez más, esta serie de diferencias es la que pone en valor la intervención de un traductor comprometido y que preste atención al mayor número de detalles.
Uno de estos aspectos tan importantes es el uso de una puntuación correcta. Si bien encontrar opciones en la lengua de destino que nos ayuden a reproducir el significado de las palabras en la lengua original y su posición en las estructuras sintácticas, no debemos olvidar que la puntuación es igual de esencial a la hora de organizar debidamente la información de cualquier texto. Gracias a ella, podemos dotar de pausas estratégicas a los textos, lo cual ayudará a comprender mejor el mensaje, a inferir las entonaciones subyacentes, a evitar ambigüedades, a incluir aclaraciones y, en general, a conseguir que el lector pueda leer y asimilar la información más fácilmente que si las palabras estuvieran escritas las unas detrás de las otras. Curiosamente, hasta el siglo VII, nos las arreglamos para escribir sin ningún tipo de signo de puntuación, como nos explican en este artículo.
Sin embargo, los hablantes o, en este caso, los escritores (que todos lo somos) a menudo desconocen como emplear con propiedad algunos signos de puntuación. Como hemos explicado más arriba, esto puede dificultar enormemente la labor de comprensión por parte de quienes lean un material escrito, generar confusiones, entorpecer la fluidez de la lectura y, en general, empobrecer la calidad literaria de cualquier texto, un concepto que debemos considerar presente tanto en los libros como en las revistas, correos electrónicos y menús de los restaurantes. Es tal su importancia, que en los ámbitos académico y profesional se consideran una noción básica. Si en la universidad se presenta un examen con faltas de ortografía y puntuación, el estudiante verá penalizada su calificación. Si en determinados trabajos, sobre todos aquellos relacionados con las labores humanísticas y de comunicación, se cometen errores de puntuación, ortografía y estilo, el profesional que las cometa estará denotando, seguramente no una falta de conocimiento, pero sí una evidente falta de atención al detalle y un mal hábito de no comprobar los textos una vez escritos. Como no podía ser de otra manera, en el ámbito de la prestación de servicios lingüísticos es de suma importancia producir traducciones que presenten una calidad ortotipográfica superior, lo que también incluye a la puntuación. De hecho, la situación se complica aún más si tenemos en cuenta que cada idioma (e incluso cada variante de un idioma) tiene sus propias convenciones y reglas de puntuación, por lo que el traductor tendrá que tener la habilidad de detectarlas y localizarlas correctamente. Por ejemplo, tenemos el caso del francés, que, a diferencia del español, deja un espacio entre la palabra y el signo de interrogación/exclamación final (p. ej., «Quel dommage !» o «Ce tableau est magnifique !»), si bien en francés canadiense ese mismo signo sí se escribe junto a la palabra. Asimismo, muchos idiomas usan distintos signos para entrecomillar una cita: “así”, «así», «así» o „así”, entre otros. Por este motivo, para localizar correctamente qué signos es preciso utilizar en cada caso, lo más recomendable es consultar las instituciones que regulan su uso o que divulgan una correcta utilización, como la Real Academia Española y la Fundéu.
Más específicamente, en español existen signos cuyo uso tenemos menos claro que otros, seguramente debido a que les damos menos uso o a que no encontramos la ocasión para utilizarlos. Por ello, en este artículo presentaremos algunos signos de puntuación y sus usos más frecuentes, siempre con referencia a lo citado en dichas instituciones normativas.
Como no podía ser de otra manera, este primer artículo hará mención al punto y coma (;), en inglés «semicolon», en francés «point-virgule», en portugués «ponto e vírgula», en ruso «точка с запятой» y en griego «άνω τέλεια» (este último viene a significar «punto elevado», ya que el signo de punto y coma en griego es «·». Se trata de uno de los signos con un uso más subjetivo, pues representa una pausa intermedia entre la coma y el punto y, con frecuencia, se puede sustituir por uno de ellos.
La Real Academia nos informa de que el punto y coma tiene básicamente cuatro usos posibles:
- Para separar los elementos de una enumeración cuando se trata de expresiones complejas que incluyen comas: Cada grupo irá por un lado diferente: el primero, por la izquierda; el segundo, por la derecha; el tercero, de frente.
- Para separar oraciones sintácticamente independientes entre las que existe una estrecha relación semántica: Era necesario que el hospital permaneciese abierto toda la noche; hubo que establecer turnos.
- Se escribe punto y coma delante de conectores de sentido adversativo, concesivo o consecutivo, como pero, mas, aunque, sin embargo, por tanto, por consiguiente, etc., cuando las oraciones que encabezan tienen cierta longitud: Los jugadores se entrenaron intensamente durante todo el mes; sin embargo, los resultados no fueron los que el entrenador esperaba.
- d) Se pone punto y coma detrás de cada uno de los elementos de una lista o relación cuando se escriben en líneas independientes y se inician con minúscula, salvo detrás del último, que se cierra con punto.
Una vez aprendamos a emplear este signo correctamente, podremos animarnos a enriquecer la puntuación de nuestras traducciones localizándolas a la puntuación española correcta. De hecho, como curiosas, terminamos apuntando que en inglés muchas veces emplean el guion (-) donde en español emplearíamos punto y coma (;), mientras que a veces emplean el punto y coma (;) donde nosotros emplearíamos los dos puntos (:).
Ref. de la imagen: https://www.newyorker.com/humor/daily-shouts/honest-dating-profiles-of-punctuation-marks