Mal que nos pese, los profesionales de la traducción no somos seres omnisapientes. Tanto en la cultura popular como dentro del propio sector, parece existir la creencia de que los traductores sirven para un roto y para un descosido, lo que crea la falsa expectativa de que una sola persona puede/debe poseer conocimientos profundos en todos y cada uno de los ámbitos de especialidad, dominar el vocabulario específico de todos los campos, aceptar automáticamente cualquier encargo y desempeñar su labor al precio que fijen los clientes. Este conjunto de ideas incorrectas a menudo impone cierto estrés en los traductores, que acaban pensando que, si no aceptan todos los encargos que les propongan, no van a comer y que, si no se prestan al precio que les fijen, difícilmente van a lograr fidelizar clientes. Sin embargo, los traductores deben tener siempre presente que el objetivo principal de la traducción es entregar un trabajo de calidad y, de cara a la profesión, no desprestigiar su estatus accediendo a tareas precarias o con condiciones abusivas. Por ello, debemos estar preparados para detectar aquellas situaciones en las que es más recomendable hacerse a un lado y conocer qué soluciones podemos aportar a nuestros clientes.

 

En primer lugar, para poder juzgar con propiedad, es preciso recopilar toda la información posible de un encargo de traducción. A la hora de comentar la tarea con el cliente, es recomendable preguntar como mínimo, cuál es el recuento de palabras, a cuánto se va a cobrar la palabra y de qué plazo disponemos. Esto es fundamental porque no deberíamos aceptar tareas «a ciegas» sin conocer su volumen, con cuánto tiempo contamos para traducir y qué retribución vamos a percibir. Obviar esta información puede repercutir en un solapamiento con otros proyectos o no lograr finalizar la traducción a tiempo, lo que dará como resultado una mala imagen profesional al cliente e incluso podría afectar a nuestros honorarios. Por ello, es fundamental tener claro que, si no tenemos tiempo para un encargo, debemos estudiar cuidadosamente si realmente podemos asumir esa carga de trabajo. Otros aspectos a tener en cuenta a la hora de hablar con el cliente son el formato del texto o bien si son necesarios otros servicios adicionales (transcripción, transcreación, etc.)

 

Asimismo, es fundamental conocer el ámbito de especialidad del texto que nos ofrecen traducir. Si bien es cierto que los traductores van adquiriendo experiencia interdisciplinar, hay encargos que precisan de un dominio específico muy alto y para los que el traductor adquiere una mayor responsabilidad. Si aceptamos un encargo y no estamos acostumbrados a trabajar con los conceptos técnicos que comprende, es muy probable que entreguemos una traducción imprecisa, algo que detectan fácilmente los correctores expertos y que puede poner en riesgo la divulgación interlingüística de muchos materiales. Por ello, lo más aconsejable es asumir que no podemos ser especialistas en todos los ámbitos y que, cuando rechazamos una traducción para la que no estamos preparados, estamos dando un ejemplo de responsabilidad para con las necesidades del cliente y para con nuestra profesión.

Por otro lado, en este artículo, hablábamos de que existen ocasiones en las que las traducciones que nos ofrecen entran en conflicto con los principios morales por los que nos regimos. En este caso, lo ideal es informar en nuestra plataforma de trabajo acerca de estos aspectos; pero, si no, se puede recurrir a alguna de las recomendaciones que presentamos a continuación.

 

Rechazar una traducción no tiene por qué suponer desvincularnos totalmente del proyecto y de nuestro cliente. Aunque consideremos que no somos el profesional indicado para asumir una tarea independientemente, también podemos aplicar una serie de soluciones según el caso que nos permitirán participar parcialmente o bien nos ayudará a crear una relación de confianza con el cliente.

 

Si bien decidimos desvincularnos de la traducción del proyecto, lo más frecuente es recomendar un compañero traductor de confianza al cliente, teniendo siempre claro que ese profesional va a responder por nosotros y que, si no cumple sus expectativas, esto también nos afectará indirectamente. Finalmente, también cabe la posibilidad de remitir al cliente a un directorio de traductores para que pueda buscar por sí mismo a la persona que reúna los requisitos que más se ajusten a sus necesidades.

 

Para finalizar, conviene recordar que muchos traductores han sufrido las consecuencias de encargos fraudulentos. Muchos clientes solicitan servicios de traducción so pretexto de tratarse de una «prueba de traducción», cuando en ocasiones son proyectos completos de gran extensión.  Es cierto que existe la posibilidad de que los clientes ofrezcan a un traductor una «prueba de traducción» que va a comercializarse posteriormente, pero lo habitual es que estas sean remuneradas y que el traductor sea consciente de antemano. Si no, una prueba al uso suele basarse en textos con los que ya se está familiarizado en la entidad que los propone y que se utilizan exclusivamente con fines de examen.

 

Hemos consultado los siguientes enlaces para la redacción de este artículo:

 

Ref. de la imagen: https://www.hopetocope.com/depression-the-art-of-saying-no/

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