NÚMEROS Y CLAVES DE REDACCIÓN

La seña distintiva de la traducción profesional es, sin duda, la atención al detalle. Este concepto se aplica a todos y cada uno de los elementos compositivos de un texto que precisa traducción. Como sabemos, uno de los más importantes es la terminología. ¿Qué material textual puede funcionar correctamente en su ámbito de especialidad y entre los profesionales adscritos a dicho campo si los términos que designan las realidades con las que trabajan no son los correctos? Una buena traducción no solo debe reproducir lo que dice un original, sino que debe ser capaz de transmitir el concepto en su mismo idioma, utilizando la jerga propia. Por otro lado, hay que ser riguroso en cuanto a dicha terminología, porque una traducción inconsistente en la que un mismo término se traduzca de varias formas distintas generará extrañeza, ambigüedad y disminuirá la calidad final de cualquier trabajo, ya que estará empobreciendo la facilidad de comprensión y la homogeneidad. Por último, por añadir un ejemplo más a esta serie de requisitos básicos, no podemos obviar la necesidad de entregar traducciones que sean absolutamente precisas en términos de ortografía y gramática. Y es que la industria de la prestación de servicios lingüísticos es una de las profesiones más íntimamente relacionadas con el buen uso de la lengua y la difusión de la cultura, por lo que no puede haber margen de error. Esto hace que los profesionales traductores se esfuercen por conocer todas las normas de aplicación ortográfica y estilo de sus lenguas de trabajo, puesto que es habitual que de cuando en cuando se produzcan actualizaciones o correcciones. Esto, en última instancia, debería servir como llamamiento a revisar ciertos textos que han podido quedar desactualizados dadas las nuevas reglas de redacción que se van formulando.

Este hecho hace que en la realidad de la profesión exista cierta inseguridad a la hora de aplicar criterios. Existen varios casos en las que una misma norma ortográfica explica la posibilidad de seguir varias normas y será el traductor el que deba tomar una decisión consistentemente, una decisión que en muchos casos deberá ser consensuada con el propio criterio del cliente, para garantizar que esta está en consonancia con los requisitos y las expectativas de los mercados para los que trabajamos. Este es un ejemplo más de que el perfil traductor exige un gran nivel de precisión y atención al detalle. Por ello, en este artículo queremos revisar uno de los aspectos más controvertidos en el sector a la hora de redactar textos o elaborar sus traducciones: los números. Los números están presentes en la gran mayoría de los textos que se generan, y los podemos encontrar en todo tipo de ámbitos de especialidad, como el técnico (en estudios e investigaciones) el jurídico (en disposiciones legales o certificados), el publicitario (anuncios u ofertas) o el divulgativo. Lo curioso de los números en el ámbito escrito es que se pueden representar de dos maneras (con cifras o con letras) que a su vez pueden incluir consideraciones secundarias, lo que puede generar dudas a la hora de decantarse por un criterio u otro. Además, cada comunidad de hablantes tiene su propia forma de representar los números según el contexto, por lo que lo que sirve para un idioma no tiene por qué servir para otro, de modo que el traductor tendrá que tener ciertos conocimientos para detectar estas situaciones y saber adaptar las representaciones numéricas a la cultura de destino. Uno de los ejemplos más conocidos es el de los decimales a la hora de escribir los números con cifras, que en inglés marcan con punto y que, a la hora de localizar a una cultura hispanohablante, habrá que investigar si el uso habitual es con ese mismo punto (como sucede en Latinoamérica) o con una coma (como sucede en España). Por ello en este artículo, queremos resumir algunas de las claves de redacción más importantes para saber adaptar la escritura de números al español.

Lo más importante es tener presente el tipo de texto que estamos adaptando, ya que en los textos científicos y técnicos habrá una necesidad mayor de mantener los números escritos con cifras, ya que estos ayudan a comprender mejor la información y, por norma general, se suele trabajar con cantidades más complejas. No obstante, en los textos más divulgativos, podremos tener en cuenta una serie de normas básicas, como que lo más conveniente es escribir con letras los números que se pronuncian en una sola palabra, es decir, aquellos que van del uno al veintinueve, sumándoseles las correspondientes decenas posteriores (treinta a noventa). En el caso de las centenas, se puede alternar en el uso según el contexto y, en el de los miles y millones, se puede aplicar la norma anterior, aunque cada vez es más habitual encontrar la forma escrita con cifras por motivos de simplicidad. No obstante, hay que tener en cuenta que hay números que siempre deberán escribirse con cifras, como los números que denoten unidades, los números que sirvan para hablar del tiempo, como las horas, los días, los meses y los años, y los números propios de las indicaciones, como las direcciones.

Sin duda, lo más importante a la hora de localizar los números a nuestra cultura de destino, es plantearse las necesidades del público al que va dirigido un texto y tomar decisiones que le faciliten el proceso de comprensión o que le ayuden a entender mejor los datos que se le presentan.

 

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