En el mundo de la prestación de servicios lingüísticos, existe cierta tendencia a pensar que la actividad comercial por excelencia es la de reproducción interlingüística o traducción. Si bien es innegable que esta ocupa una posición mayoritaria dentro del sector (entendida aquí tanto en su variante escrita como oral), lo cierto es que dicha industria la conforma una gran variedad de servicios más o menos periféricos que, o bien complementan de algún modo a estas actividades (transcreación, revisión, adaptación, etc.) o bien constituyen tareas independientes que contribuyen a ampliar la ya extensa lista de servicios que pueden proporcionar las agencias de traducción y los profesionales relacionados. Como comentábamos, se suele asociar este sector con la actividad interlingüística, pero este también realiza diversas actividades intralingüísticas que son muy necesarias para el desarrollo normal de varias instituciones o productos. Una de las actividades que puede enmarcarse en este ámbito es la transcripción, que presentamos en este artículo y en cuyas particularidades nos centramos en las líneas siguientes.
La transcripción es un servicio que se aleja de las actividades más frecuentes en el ámbito de la localización. Ello se debe a que se realiza desde un canal auditivo (p. ej., un audio, un discurso oral) y se pasa a un canal escrito (la transcripción en sí), a diferencia de la relación texto-texto de la traducción, discurso-discurso de la interpretación, entre otros casos. En efecto, la transcripción es un servicio que consiste en dejar por escrito un fragmento de texto oral, y puede ser una actividad necesaria para un gran número de circunstancias. Por ejemplo, estas son fundamentales para los trabajos de subtitulación, que permiten registrar por escrito el contenido discursivo de un material audiovisual (películas, series, óperas) y acercarlo a las personas sordas o con disfunciones cognitivas, o bien registrarlo para utilizarlo posteriormente como un material de traducción y poder adaptar esos materiales audiovisuales a otras lenguas. También es muy habitual transcribir los discursos orales en juicios, para dejar una copia por escrito de las intervenciones de todos los participantes, a fin de darle validez oficial para que puedan ser utilizadas o consultadas en el futuro. En esta misma línea de los juicios, cuando se presenta un archivo de audio como prueba, en ocasiones se solicita la transcripción de la misma para poder repartir una copia a cada una de las partes, o bien oficializar su contenido. Por supuesto, existen múltiples posibilidades para querer hacer una transcripción; y es que pueden hacerse por el mero hecho de reflejar por escrito un contenido oral, distribuir material impreso sobre el contenido de una ponencia, charla o conferencia, digitalizar contenido de audio para poder hacer búsquedas de datos en el mismo más rápidamente, etc. Todas ellas evidencian la necesidad de un servicio que pueda satisfacer estas necesidades concretas.
Sin embargo, no todas las transcripciones son iguales ni reflejan el mismo contenido. En el mundo de la prestación de servicios lingüísticos, se suele hacer una diferenciación entre transcripción natural y transcripción literal. En esencia, la transcripción natural busca reproducir los contenidos de un acto de habla de la forma más práctica posible, eliminando todos los contenidos que, según se considere, no transmitan información relevante. Por ejemplo, si en un audio se escucha «Eh, ¿hola? Sí, buenos días. Lla… llamaba ¿Oiga? Llamaba para darme de baja en… en lo de la suscripción esa.», una transcripción natural probablemente reproduciría: «Buenos días, llamaba para darme de baja en la suscripción.». Esta modalidad se usa en la transcripción de ponencias, entrevistas y situaciones similares para facilitar la lectura y la comprensión global al lector. Por el contrario, la transcripción literal reproduce todos y cada uno de los elementos que conforman el acto de habla, ya que pueden ser cruciales para el uso o estudio que se va a hacer de la misma transcripción; suelen ser muy habituales, como comentábamos, en los procesos judiciales.
En cualquier caso, la transcripción es una tarea asociada a varias dificultades; y es que las condiciones para desempeñar esta labor no son siempre las más cómodas. Por ejemplo, un problema muy habitual a la hora de transcribir un archivo de audio es que en este haya mucho ruido de fondo, lo que impide distinguir bien las palabras, las entonaciones, los participantes y cualquier otra información de interés. Aunque hoy en día existen programas de disipación de ruido, la práctica habitual consiste en indicar entre corchetes que una parte del texto es incomprensible cuando resulta demasiado arriesgado hacer una transcripción de la que no se está seguro. En esta misma línea, también afectan factores como la velocidad a la que hablen los interlocutores y el volumen al que lo hagan. El primer problema se puede solucionar ralentizando el audio y, la segunda, evidentemente, subiendo el volumen de reproducción, pero sí que es cierto que en ocasiones los interlocutores se oyen muy lejos y es imposible apreciar lo que dicen. Por otro lado, puede darse el caso de que en una grabación participen interlocutores en distintos idiomas o con acentos muy marcados, lo que puede requerir la participación de más de un profesional en una tarea específica.
Lo cierto es que la transcripción es una tarea útil en la que cada vez se especializan más las agencias de traducción y los profesionales autónomos. Para ello, invierten en software de reconocimiento de voz, transcripción y edición de audio, amén de redactar o seguir guías de estilo en las que se marcan pautas de transcripción para factores lingüísticos o extralingüísticos, como la entonación, las risas y los suspiros. En definitiva, actualmente se es muy consciente de las necesidades en el mercado de la transcripción y se procura poner a disposición de los clientes los mejores recursos para alcanzar los mejores resultados.
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