LOS INTRADUCIBLES EN TRADUCCIÓN

La traducción es una actividad íntimamente relacionada con la creatividad. Y es que, aunque muchas personas piensen que se trata de una labor de correspondencias interlingüísticas, es decir, de seleccionar en una lengua de destino una unidad de significado que equivalga exactamente a la unidad de significado expresada en la lengua de partida, lo cierto es que traducir es un ejercicio que, en muchas ocasiones, conlleva un enorme esfuerzo de reflexión, deducción y creación para lograr reproducir en un idioma lo que se ha dicho en un primero.

Esta realidad es la que ha marcado históricamente una diferencia entre la traducción pasiva y la traducción activa, en donde la traducción pasiva nos habla de limitarnos a verter el contenido lingüístico de un material de forma directa, mientras que la traducción activa nos motiva a analizar el texto en su conjunto, a contemplarlo en el contexto de la audiencia a la que se le va a introducir y a volver a expresar ese mismo contenido original de una manera que no solo transmita la información codificada a sus destinatarios, sino que evoque en ellos una serie de sensaciones que consigan despertar en ellos la misma respuesta que en los destinatarios originales.

Esta circunstancia hace que, en ocasiones, traducir un texto no sea una tarea precisamente sencilla. De hecho, muchas veces los traductores se tienen que enfrentar a la dificultad añadida de que una realidad, presente en la cultura de origen, no exista como tal en la cultura de destino, lo que impone una serie de retos a la hora de reflejar nuevos conceptos. Esto no solo incluye las nuevas realidades propiamente dichas, como el famoso ejemplo de la «foca de Dios» que pretendía llevar los textos bíblicos al pueblo Inuit, sino que también se aplica a matices propios de cada idioma, como, por ejemplo, las asociaciones entre palabras que suenan de manera similar entre sí, p. ej.: tale (cuento) y tail (cola) en inglés o se cayó (they fell down) o se calló (they felt silent). De esta manera, el traductor no puede reproducir en su lengua de destino las mismas asociaciones que existen en la lengua de origen, lo que abre el debate acerca de la capacidad de la traducción para realmente ser capaz de traducir todas y cada una de las expresiones lingüísticas de un idioma enteramente en la lengua de destino.

De esta idea, nació el concepto de los intraducibles, que se entienden como aquellas palabras que, dada su naturaleza idiomática, «no cuentan con una traducción acuñada en otras lenguas». De hecho, en la vida cotidiana, este tipo de palabras está muy relacionado con las publicaciones que recopilan «palabras que no existen en otros idiomas». Lo cierto es que hay que tomar esta afirmación con cautela, ya que parece demasiado tajante para la realidad. En verdad, muchas de esas palabras sí cuentan con equivalentes en otros idiomas, solo que los idiomas que se toman como referencia están más alejados semánticamente y, como tal, no cuentan con dicho equivalente. Por ejemplo, siempre se ha dicho que la palabra тоска (taská) en ruso no tiene equivalente para expresar esta suerte de nostalgia, anhelo sin anhelar o vacío espiritual, pero la realidad es que en ucraniano utilizan la palabra туга (tujá), que se emplea con el mismo significado. Así que, como podemos apreciar, la «intraducibilidad» es una cuestión de perspectiva lingüística.

Por otro lado, existe una variante de la «intraducibilidad» que se enmarca en el contexto de los servicios lingüísticos profesionales, y es que en muchos tipos de texto existen palabras que no deben traducirse. De hecho, los mismos tipos de texto pueden incluir información que debe traducirse en unos contextos y que debe mantenerse como en el original en otros contextos, por lo que el traductor debe ser plenamente consciente de la finalidad que se les va a dar a estos materiales para tomar las decisiones correctas, o bien estar al corriente de una serie de conceptos básicos.

En un nivel esencial, pero no evidente para todos los que realizan labores de traducción, hay que tener presente la necesidad de no traducir nombres propios como los nombres de empresas, las marcas y los nombres de calles. Esto se debe a que se trata de realidades existentes en el mundo real y que dejarían de ser localizables si se aplicara una traducción. Dentro de los nombres propios, existen algunos que se pueden traducir en función del contexto, como los nombres de países y ciudades (siempre que cuenten con una traducción históricamente acuñada) y los cargos de empresa, ya que hay empresas que prefieren utilizar denominaciones internacionales, normalmente en inglés, y otras que prefieren localizar este tipo de información a sus equivalentes locales para crear cercanía y aumentar la comprensión.

Otro aspecto importante de los nombres intraducibles es que los nombres de persona pueden recibir traducción, como por ejemplo cuando se utilizan de forma genérica para crear personalidades ilustrativas en formaciones digitales, como llamar a un chico Douglas y localizarlo a Miguel. No son traducciones directas, pero trasladan el efecto presente en el original.

La intraducibilidad es un aspecto importante en los encargos de traducción, ya que hay conceptos que los clientes necesitan conservan en el idioma original para mantener la funcionalidad textual. La labor del traductor profesional será detectar estos elementos y acordar con el cliente cómo abordar su localización.

 

Ref. de la imagen: https://tn.com.ar/salud/noticias/2022/07/10/consejos-para-frenar-la-autocritica-cuando-las-dudas-laborales-te-atormentan//

¡Comparte!

CATEGORÍAS

POST POR FECHAS