«Las palabras denotan porque significan, pero connotan porque se contaminan». Con estas palabras, el escritor y periodista Álex Grijelmo nos explica el poder que tienen las palabras para conceptualizar una realidad y, a su vez, para multiplicar sus significados a medida que estas se emplean en contextos comunicativos distintos. De esta forma, nuestra lengua se nutre, crece y se transforma. Por este mismo motivo, los materiales textuales que se producen en una comunidad de hablantes determinada son de gran importancia para su desarrollo lingüístico actual y para la caracterización de las generaciones venideras. Por supuesto, este ideal se manifiesta en distintos tipos de textos y canales de difusión, tanto orales como escritos, ya que la lengua que se habla en los portales de noticias, en las publicaciones de las redes sociales, en la literatura y en los contratos es la misma a nivel formal, pero muy diversa en cuanto a su registro. Esta línea de pensamiento surge efectivamente de la convicción de que las palabras que utilizamos en la comunicación siempre tienen un por qué y transmiten mucha más información de la que podemos imaginarnos. Por ello, quienes escriben suelen desarrollar una sensibilidad especial a la hora de escoger el vocabulario que van a incluir en sus obras, y rara es la ocasión en la que una palabra se escoge al azar, sobre todo en literatura. Tanto es así, que muchas veces los libros que leemos están llenos de simbología léxica que puede llegar a pasar desapercibida a algunos lectores. Por ejemplo, ¿alguna vez nos hemos preguntado por qué los personajes se llaman de una determinada manera o tienen un nombre que nos recuerda a alguna característica en concreto? Este tipo de palabras se conoce como «caracterónimos» y su análisis plantea varias preguntas desde el punto de vista traductológico. Por ello, en el artículo de hoy aprenderemos qué son, estudiaremos algunos ejemplos y veremos las consideraciones en lo tocante a su traducción.
El término «caractónimo» es una traducción formal a partir del neologismo inglés charactonym, compuesto por character («personaje») y –nym(«nombre»), es decir, «el nombre propio que se le da a un personaje de ficción» y, por extensión, «que lo identifica con una cualidad en concreto». En efecto, los caractónimos son los nombres propios que reciben los personajes de una obra literaria y que nos revelan un aspecto esencial de su naturaleza. En ruso, por añadir una perspectiva adicional, se denominan говорящие фамилии [govoriáschie famílii], o lo que es lo mismo: «apellidos que hablan» en el sentido de «que nos cuentan algo sobre quien los porta». Sin embargo, estos no tienen por qué encontrarse únicamente en los apellidos, sino que también pueden aparecer en el nombre de pila. A continuación, analizamos tres ejemplos distintos en tres contextos literarios diferentes.
EJEMPLO DE LITERATURA ESPAÑOLA: LA CASA DE BERNARDA ALBA
En 1936, Federico García Lorca escribe La casa de Bernarda Alba (si bien es cierto que no la vería publicada ni representada hasta 1945 y en Argentina). La obra cuenta la historia de Bernarda Alba, que, tras el fallecimiento de su segundo esposo, instaura un riguroso luto de ocho años bajo su techo, sometiendo a sus cinco hijas, todas ellas con personalidades distintas, en el contexto de la España profunda del s. XX.
Estas diferencias quedan patentes a lo largo de la obra, pero los nombres que reciben estas mujeres nos dan varias pistas sobre su naturaleza y futuros acontecimientos. Por un lado, el nombre de Bernarda recuerda a la versión masculina, Bernardo, mucho más extendida y que pretendía atribuir a la viuda las formas de los hombres de la época: violentos, autoritarios y déspotas con las mujeres. La mayor de las hijas, Angustias (dolor, ansiedad) está desesperada por casarse con un hombre y poder así huir de la casa; para ello, se fijará en Pepe el Romano. Magdalena es la hija a la que más le afecta la muerte de su padre y se pasa el día lamentándose («llorando como una magdalena»). Amelia, la siguiente en orden, aunque tiene un papel más secundario, también refleja cierta ternura y dulzura, una idea que va implícita en la raíz de «miel» en su nombre. Martirio, la cuarta hija, vive realmente «atormentada», pues está enamorada en secreto de Pepe el Romano y odia profundamente a su hermana Angustias por estar prometida a él y a su hermana Adela por ser el objeto del enamoramiento de este. Adela, por su parte, lleva grabado en su nombre su destino, puesto que este significa «mujer noble» o «mujer pura» y es que recordemos que, tras suicidarse después de creer muerto a su amado, Bernarda pronuncia las siguientes palabras sobre su hija, tras haber descubierto que estaba embarazada: «Mi hija ha muerto virgen. Llevadla a su cuarto y vestidla como si fuera doncella».
EJEMPLO DE LITERATURA RUSA: CRIMEN Y CASTIGO
En 1866, Fiódor Dostoyevskiy publica Crimen y castigo, la historia de un joven exestudiante de leyes en la ciudad de San Petersburgo que se ve obligado a dejar la carrera por problemas económicos. Este desarrolla una teoría sobre los hombres extraordinarios y decide llevarla a la práctica. Para ello, asesina a una vieja avara. A partir de entonces, empieza a experimentar delirios y conflictos morales mientras se enfrenta a tramas secundarias en las que participan amigos, familia y demás conocidos.
El nombre del protagonista es Rodión Románovich Raskólnikov, que recuerda a la frase Ródina Románovij raskololas (la patria de los Románovich ha quebrado). De hecho, raskolnik significa «cismático, disidente», ya que se aparta de las normas morales al cometer un crimen. En el camino, su amigo Dmitri P. Razumíjin (de razum, «razón, inteligencia») intentará guiarle por el buen camino. Por otro lado, uno de los personajes secundarios, Alexander. G. Zamétov, toma su apellido del verbo zamiétit «darse cuenta, descubrir». No en vano, es uno de los primeros en sospechar de Rodión y en descubrir su secreto.
EJEMPLO DE LITERATURA INGLESA: HARRY POTER (SAGA)
El universo de magia que creó J. K. Rowling desde 1997 lleva más de veinte años poblándose de personajes únicos e inolvidables. Los que aparecen en los relatos que narran la historia de Harry Potter y sus amigos tienen varios nombres que esconden significados ocultos acerca de sus personalidades. Uno de los personajes más odiados/queridos gracias a la adaptación cinematográfica, Severus Snape, toma su nombre del adjetivo severus («serio») y snape, palabra que recuerda a snake símbolo de la casa Slytherin a la que pertenece. Otras compañeras profesoras de Hogwarts son la profesora Minerva McGonagall (Minerva, diosa de la sabiduría) y la profesora Sprout, de herbología (en inglés, to sprout significa «brotar»). El antagonista por excelencia, Voldemort, es a su vez un juego de palabras con el francés vol de mort, que hace referencia a la idea de «escapar a la muerte».
Todos estos ejemplos de caractónimos, mucho más extensos si profundizásemos en la totalidad de cada obra, son realmente interesantes y dotan a la obra de nuevas capas de significado realmente ricas. Ahora bien, ¿qué estrategias debemos seguir a la hora de localizar obras como estas y, por consiguiente, sus caractónimos?
Realmente no podemos aplicar una estrategia de forma universal, sino que cada proyecto tiene sus necesidades específicas. Por lo general, es cierto que existe una tendencia a conservar los caractónimos en las traducciones, es decir, poner el nombre como en la versión original, ya que localizar nombres que se sabe que son de origen extranjero puede resultar extraño para el lector. Sin embargo, hay ocasiones en las que dichos caractónimos desempeñan un papel importante dentro de la obra y su traducción es, por lo tanto, obligatoria. El traductor de literatura y contenidos relacionados debe estar alerta para detectar este tipo de particularidades y escoger una opción que se ajuste a las necesidades finales.
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