Hace ya algún tiempo la RAE emprendió una cruzada contra los anglicismos que se están introduciendo en la lengua castellana a través de varios canales, especialmente en los medios publicitarios. Se trata de una “lucha” difícil ya que, si nos paramos a pensar, los anglicismos entran en nuestro vocabulario de forma rutinaria y prácticamente inapreciable.
Desde primera hora de la mañana hasta el final del día encontramos ejemplos claros de la introducción de estos términos en nuestro lenguaje: mientras nos duchamos por la mañana escuchamos las ultimas news en la radio, nos vestimos con un outfit que se inspira en el street style de esta temporada, sacamos el coche del parking, en la oficina leemos los e-mail o chateamos con los amigos para vernos después del trabajo y mientras nos organizamos para el weekend nos tomamos unos cocktails en uno de los muchos after work de la ciudad.
Es evidente que existe, y ha existido, una tendencia (en cualquier lugar del mundo) de adoptar términos de otros idiomas para designar conceptos nuevos o que, si ya existen, se expresen de una forma nueva por la conexión con otras culturas y sociedades. Las nuevas tecnologías y el acceso instantáneo a la red han globalizado aún más, si cabe, nuestra forma de expresarnos. Vivimos en un mundo conectado donde se estrechan relaciones a través de sistemas globales como las redes sociales o la mensajería instantánea. Utilizar palabras prestadas de otros idiomas se podría considerar, incluso, una evolución natural derivada de esta nueva configuración del mundo y de nuestro día a día. Sin embargo, esto supone un riesgo evidente de pérdida de identidad propia. El idioma es un elemento vivo que se nutre y alimenta de las palabras y expresiones de las que las personas hacen uso. Por lo tanto, las palabras que tienen una gran aceptación social y mucho uso popular acaban por ser aceptadas hasta por la RAE, que actúa en este campo como organismo oficial al respecto. Eso no es óbice para que desde la RAE adviertan de su preocupación por la sustitución de nuestros vocablos por palabras inglesas, puesto que empobrecen nuestro campo de difusión.
En realidad, el mecanismo de sustitución ya está en marcha y resulta inevitable. Pero lejos de verlo en clave negativa convendría afrontarlo como un enriquecimiento para nuestro idioma, donde dos lenguas aprenden a convivir. Somos los nativos de cada lenguaje los responsables de ser conscientes de que los vocablos provenientes del inglés encuentran su término correspondiente en nuestro idioma, así como de aprender a combinar su uso, puesto que con certeza será indispensable para la supervivencia de las diferentes lenguas.
Fuentes: La Vanguardia; Universia
Imagen: WallstreetEnglish