LAS INSTITUCIONES DE LA LENGUA ESPAÑOLA

En el ámbito de la lingüística y, por supuesto, en el de la traducción, es bien conocida la afirmación de que las lenguas son como organismos vivos. Mediante este símil, se trata de explicar que los idiomas son un fenómeno lingüístico en constante evolución, de forma similar a la de cualquier organismo, ya que se gesta a partir de sistemas lingüísticos anteriores, experimenta un desarrollo continuo repleto de cambios y, en ocasiones, se da la circunstancia de que se extingue por completo. Por este motivo, muchas comunidades de hablantes se dieron cuenta de que podría ser necesario asumir un rol activo en la conservación de estas lenguas, tanto para que quedase testimonio escrito de su existencia, funcionamiento y riqueza cultural, como para que se pudiera hacer un registro de los cambios a los que esta se veía sometida. En este contexto, a lo largo de la historia se fueron creando academias dedicadas a las lenguas donde se realizaban estudios extensos acerca de los respectivos idiomas y, al mismo tiempo, se realizaban esfuerzos de unificación. Este concepto, si bien puede resultar discriminatorio, surgió en el ámbito del analfabetismo y la falta de consenso sobre un idioma, puesto que los hablantes de estos vivían a lo largo de territorios muy extensos y cada lengua iba adquiriendo características propias que hacían que una misma lengua empezase a presentar diferencias entre las distintas regiones en las que se hablaba. Paralelamente, el analfabetismo hacía que los registros de la lengua culta y vulgar se entremezclasen y surgiera una pluralidad de formas lingüísticas que causaban confusión y diglosia. Por ello, con el objetivo de homogeneizar una misma lengua y que existieran unas directrices comunes para que todos sus hablantes pudieran comunicarse sin problema a lo largo y ancho de los territorios en los que se hablasen, en muchas comunidades de hablantes se crearon instituciones reguladoras a las que se les confió la tarea de determinar normas lingüísticas generalizadas que debían transmitirse a toda la comunidad.

Por supuesto, el hecho de que existiesen este tipo de instituciones, si bien logró unificar criterios, no frenó la evolución de los idiomas que, al entrar en contacto con otros idiomas y una serie de realidades propias de cada época, fue cambiando y modificando su léxico y sus estructuras. Por este motivo, a día de hoy las instituciones reguladoras del uso de una lengua no son entendidas desde el punto de vista dogmático, sino que su labor consiste en hacer una recopilación de las normas lingüísticas actuales, definir los componentes de dichos idiomas y, además, tomar nota de las nuevas formas que van surgiendo y tomar decisiones sobre su correcta inclusión (o no) en la lengua estándar. En otras palabras, se da por supuesto que una lengua es un fenómeno que va evolucionando a lo largo de la historia de sus hablantes y estas instituciones tienen como objetivo documentar esta evolución y servir como referente para las personas y entidades interesadas en expresarse con corrección respecto a la versión estándar, oficial y difundida de una lengua.

En este contexto, no es difícil entender la relación entre las instituciones de la lengua y los profesionales de la prestación de servicios lingüísticos. Uno de los componentes esenciales de las traducciones de calidad es que presenten un uso de la lengua cuidado, preciso y correcto, ya que de lo contrario se genera una impresión negativa e incluso puede comportar consecuencias negativas para los clientes interesados. Por este motivo, los traductores necesitan disponer de recursos en los que puedan consultar sus dudas y comprobar aspectos lingüísticos de su interés para asegurarse de que los textos que traducen reflejan este nivel de corrección y, lo que es más importante, para poder mencionarlos como fuente de consulta en caso de tener que hacer algún tipo de justificación o rebatimiento a la revisión por parte de otros profesionales o del mismo cliente. Como tal, las instituciones de la lengua se suman al amplio repertorio de recursos para los traductores y, en el artículo de hoy, queremos presentar las tres instituciones reguladoras principales de la lengua española.

Para empezar, como no podría ser de otra manera, la principal institución reguladora del español es la Real Academia de la Lengua Española, fundada en 1713. Basada en el modelo de la Académie française, esta institución buscaba «cultivar y fijar la pureza y elegancia de la lengua castellana». Por ello, a lo largo de estos siglos, los numerosos académicos que la han conformado han trabajado en la elaboración de tomos, diccionarios, normas ortográficas y manuales de estilo para el correcto uso de la lengua y que se han ido modificando con el paso del tiempo. En la actualidad, esta labor se encuentra plenamente inmersa en la modalidad virtual y los traductores (así como el vasto público) pueden hacer consultas lingüísticas de toda índole de forma autónoma e incluso dirigir consultas privadas para los proyectos en los que trabajan.

Seguidamente, debemos destacar la labor del Instituto Cervantes. Aunque su labor fundamental y más reconocida es la de la difusión del idioma español por el mundo (actualmente cuenta con más de 80 centros distribuidos a escala internacional), esta institución gestiona una red de biblioteca de gran envergadura que recopila publicaciones muy interesantes sobre el uso de la lengua y que sirve como punto de comunicación para distintos profesionales, por lo que los traductores pueden recurrir al consejo de otros compañeros de profesión e incluso elaborar publicaciones especializadas que sirvan para los que vengan detrás.

Finalmente, es imposible no mencionar la excelente aportación de la Fundación del Español Urgente, consagrada a divulgar el buen uso de la lengua española, especialmente en los medios de comunicación. Actualmente, cuenta con un apartado de contacto en su página web para resolver las dudas lingüísticas de las personas interesadas.

Lo cierto es que no todas las lenguas cuentan con instituciones reguladoras, pero es interesante disponer de estos recursos como garantía de un uso de la lengua correcto y uniforme que nos permita llevar nuestros productos localizados a todos los mercados hispanohablantes del mundo.

Ref. de la imagen: http://manuelblasdos.blogspot.com/2018/10/la-real-academia-espanola-la-casa-de.html

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