La actividad de la traducción en nuestra actualidad está indefectiblemente vinculada a la tecnología y se nutre constantemente de los avances que esta realiza a lo largo del tiempo. Hoy en día resulta prácticamente inimaginable concebir una cadena de producción dentro de una agencia de prestación de servicios lingüísticos que no contemple el uso de medios informáticos y que no se encuentre en constante búsqueda de innovaciones que le permitan agilizar y optimizar el flujo de trabajo. En este sentido, ya hemos mencionado en algunos artículos la utilidad de esta tecnología para los procesos de gestión y administración, para el propio ejercicio traductor (mediante herramientas de traducción asistida), así como para las tareas que guardan relación con el control de calidad de un proyecto y con el seguimiento de la satisfacción de los clientes. En concreto, uno de los puntos a los que más atención se presta es el de la innovación aplicable al proceso traductor, ya que se busca producir traducciones en el menor tiempo posible, para así economizar tiempo y recursos, pero imprimiendo sobre los productos una calidad competente para los estándares de la industria y, como no podría ser de otra manera, de acuerdo con las necesidades y expectativas de los clientes.
En este contexto, es imperativo mencionar la consolidación de la traducción automática en nuestro sector. Bien es cierto que, en sus inicios, la TA planteaba una serie de dificultades que hacían desconfiar a los profesionales acerca de su utilidad y futura implementación. Como ya hemos apuntado en otras ocasiones, la TA traía consigo una serie de imprecisiones que hacían imposible emplearla integralmente como proveedor de traducción seguro (inconsistencias, errores de terminología, registros inadecuados, problemas de reconocimiento de oraciones completas debido a la segmentación, etc.). Por ello, se hizo necesario crear la etapa de posedición, en la que un profesional traductor realizaba una lectura comparada entre el texto de origen y el de destino para ir corrigiendo todos los errores generados y unificar criterios (como, por ejemplo, el de la puntuación, que sigue dando problemas en las posediciones actuales). Por este motivo, en la actualidad la posedición se ha consolidado como un servicio lingüístico en el que, con el fin de alcanzar resultados satisfactorios, debe intervenir un profesional humano para solucionar aquellos problemas que, hoy por hoy, no puede resolver la traducción automática. Siguiendo esta línea, podemos afirmar que la traducción automática se encuentra actualmente plenamente instalada en el día a día de las agencias de traducción; se trata de un recurso económico (y, por tanto, atractivo tanto para las agencias de traducción como para los clientes) y que, en determinadas modalidades, puede arrojar resultados aceptables e incluso de calidad. No obstante, si bien podemos reconocer que dicha traducción automática es una herramienta valiosa para determinados subsectores, como puedan ser la industria tecnológica o la propiedad intelectual, lo cierto es que este recurso no goza de la misma popularidad en otros tipos de traducción, como es el caso de la traducción literaria. Pero ¿a qué se debe?
Los textos literarios pertenecen a un género textual que, lejos de los documentos propios de la industria o de las ciencias, presentan una función que va más allá de divulgar una información, describir un producto o mostrar datos de forma sintética. En los textos literarios, con independencia de que pertenezcan a la prosa o a la lírica, se busca contar una historia, transmitir una idea o despertar un sentimiento con una cuidada atención a la forma. En otras palabras, se trata de textos que buscan atraer la atención del lector y que, para ello, se valen de una serie de recursos literarios que resultan atractivos o desprenden cierto tipo de elocuencia, la cual ayuda a construir de forma visual un relato o aquello que se desee narrar en general. En esencia, podríamos decir que los textos literarios se dividen en novelas, cuentos, poesías y obras de teatro, también denominadas dramas. Estos serían, a grandes rasgos, los textos con los que trabajaría un traductor literario. Ahora bien, ¿cuáles son sus características?
En resumen, se trata de una modalidad mucho más cercana a la subjetividad que a la objetividad, en los textos literarios predomina la descripción y la narración de hechos y circunstancias condicionadas por la visión del autor, un aspecto que se da incluso en la narrativa histórica y realista. Esto nos lleva, además, a resaltar el componente de ficción, ya que los textos literarios nos invitan a visitar escenarios ajenos a los de nuestra realidad inmediata. Y, para todo ello, es indispensable la existencia de una función poética, donde la creatividad y la capacidad expresiva desempeñan un papel fundamental. Para que todos estos elementos funcionen correctamente y tengan en el lector el efecto deseado, es indispensable poseer un dominio del lenguaje y del estilo, de modo que podamos expresar lo que queremos de una forma atractiva.
Podríamos decir que casi cualquier material literario que llegue a manos de una agencia de traducción o de un profesional autónomo va a presentar estas características. Una vez llegado el caso, cabría preguntarse si sería conveniente traducir una obra literaria empleando la traducción automática, sobre todo en grandes obras que presentan una gran cantidad de palabras y cuyos plazos de entrega suelen ser, como es habitual, bastante exigentes.
Pues bien, la experiencia nos muestra que la traducción automática no es la opción más conveniente para traducir este tipo de textos. Esto se debe a que los motores de TA trabajan comparando corpus de traducciones previas con correspondencias muy específicas, por lo que, a la hora de traducir un texto literario, únicamente se limitarán a aplicar correspondencias sin prestar atención a una serie de cuestiones que el traductor humano sí se plantea, como cuál es el tono general de la composición, si es preciso recolocar los componentes de la oración para que esta resulte más natural en la lengua de destino, qué forma de expresarse caracteriza al narrador o a los personajes, palabras o expresiones que cobren un valor especial conforme avanza la obra, etc. Todo ello nos indica que realizar una posedición supondría una gran pérdida de tiempo, porque lo más probable es que el estilo sea más directo y que se pierda todo esfuerzo por componer un texto que resulte atractivo en términos lingüísticos, por lo que el traductor tendría que cambiar prácticamente todo el texto sometido a TA y, en definitiva, habría resultado más práctico que abordase el proyecto de forma individual desde un primer momento.
Por supuesto, lo más seguro es que la tecnología continúe avanzando hasta encontrar una solución a estos problemas, pero lo cierto es que la traducción creativa de calidad aún sigue fuertemente ligada a la intervención del factor humano.
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