LA TORRE DE BABEL DE CARTÓN PIEDRA

LA TORRE DE BABEL DE CARTÓN PIEDRA

El lenguaje es una de las capacidades más misteriosas y fascinantes de los seres vivos. A lo largo de los siglos, filósofos, científicos, filólogos y legos se han adentrado en el análisis de su esencia más profunda para intentar descifrar el secreto de su origen, su mecanismo de desarrollo e incluso su evolución futura. Pese a la gran cantidad de cuestiones por resolver, todos parecen coincidir en que la comunicación que permite este lenguaje ha sido y es trascendental para las relaciones de un grupo de individuos entre ellos y con su entorno. Algunos animales se comunican, entre otras, por vía acústica (como los pájaros), por vía química (p. ej., feromonas) (como las hormigas) o por vía visual (como los sapos). Y estas les permiten relacionarse con distintos fines, como: aparearse, marcar un territorio, establecer comportamientos grupales, cuidar crías, y demás posibilidades en función de sus necesidades de supervivencia e interacción social, si la hubiese. En el caso de los seres humanos, la potencia del lenguaje se materializó en el acto de la lengua, un sistema complejo de comunicación que se basaba en la articulación de sonidos para formar unidades de significado que, por convención, permitieran extraer un significado concreto. Además, debido a la expansión de los seres humanos por todo el mundo, se gestaron lenguas diferentes en las distintas comunidades de las civilizaciones, las cuales fueron desarrollándose hasta convertirse en las lenguas que hablamos a día de hoy. En efecto, las palabras que utilizamos día a día son las tiernas yemas verdes que brotan de una rama más antigua que crece en un vetusto árbol enramado de raíces enterradas en los albores de la comunicación humana. Estas pasarían a conocerse posteriormente como lenguas naturales.

Sin embargo, con el paso del tiempo a lo largo de la historia, esos mismos filósofos, científicos, filólogos y legos se han preguntado acerca del infinito número de lenguas existentes en nuestro mundo, así como en las dificultades que ello comporta para las relaciones interpersonales entre las distintas culturas. No todas las personas tienen acceso a una formación en una segunda lengua (idealmente, de divulgación) ni tampoco es posible llevar los servicios de traducción a todos los rincones del planeta. Por este motivo, fueron iniciándose movimientos que buscaban la creación de una única lengua de uso común. Claro está, como se les ocurrió a muchas personas, este terminó convirtiéndose en un concepto de obligado trato en plural, que a día de hoy conocemos como lenguas artificiales (aunque reciben otros nombres, como lenguas construidas, conlangs, o ideolenguas). Reciben este nombre porque no tienen un origen compartido convencionalmente por un grupo de hablantes que haya ido evolucionando a lo largo del tiempo. Por el contrario, se trata de creaciones desde cero, que pueden seleccionar elementos de otras lenguas existentes, que elabora una persona o un grupo reducido de personas para un fin específico y en las que, evidentemente, no cuentan con hablantes nativos.

La creación de estas lenguas artificiales puede deberse a motivos estéticos (cuando se inventa un idioma para su uso en la ficción, como el alto valyrio en Juego de Tronos, el nadsat en La Naranja Mecánica y el na’vi en Avatar); a motivos experimentales (como el toki pona o el lojban); y a motivos auxiliares, es decir, permitir la comunicación entre los pueblos por medio de un idioma común. Entre ellos, los más populares fueron y son:

 

ESPERANTO

Esta lengua se remonta al año 1887, y es que su autoría se le atribuye al oftalmólogo polaco L. L. Zamenhof. Desde niño, ya jugaba a modificar el latín y el griego hasta que, más adelante, empezó a trabajar en un proyecto de lengua universal, que, tras acabarlo, entregó a su padre para que lo guardase hasta que acabara los estudios de medicina. El padre quemó su trabajo y Zamenhof se vio obligado a trabajar en una nueva versión del idioma. Para ello, se basó en lenguas romances, germánicas y eslavas, seleccionando vocabulario y desarrollando un sistema de prefijación y sufijación, para construir categorías verbales de forma sencilla e intuitiva. A día de hoy, esta lengua no goza de oficialidad en ningún país, pero cuenta con una comunidad de hablantes cada vez más extensa que se esfuerzan por crear una comunidad mayor. No en vano, el nombre del idioma, esperanto, vendría a ser «el que espera».

 

INTERLINGUA

Interlingua es otro gran proyecto de lengua artificial. A diferencia del esperanto, esta no pretendía dar una cobertura mundial, sino que se centraba más bien en el continente europeo. De hecho, quien lea y compare el mismo texto en esperanto y en interlingua, descubrirá que puede descifrar con mucha más facilidad el contenido del texto traducido a esta última. El proyecto se inició a mediados del siglo XX y, a diferencia del esperanto, este no contemplaba la invención y composición de nuevas palabras provenientes de otros idiomas, sino que pretendía analizar los factores entre ellas y extraer el vocabulario común de la forma más comprensible. A día de hoy tampoco goza de oficialidad en ningún estado, pero cuenta con una comunidad que se esfuerza por visibilizar su uso y las ventajas que comportaría.

 

BRITHENIG

Esta lengua artificial, si bien no fue concebida para usarse como recurso interlingüístico común a nivel internacional, sí que merece una mención por lo original del experimento que se propuso en su día el autor, Andrew Smith. Y es que este quiso plantearse cómo habría evolucionado la lengua inglesa si la influencia del latín la hubiera convertido en una lengua romance, alejada de las influencias celtas y germánicas que predominan en realidad. Se trata de una lengua artificial respetada en el mundo de las lenguas artificiales y, desde luego, creo un auténtico precedente para que se llevasen a cabo experimentos similares con otras evoluciones alternativas. ¿Hacia dónde habría evolucionado el español si hubiera seguido recibiendo el influjo de la lengua árabe?

Lo cierto es que, aunque curiosos, trabajados y atractivos, los proyectos de lenguas artificiales nunca terminaron de alcanzar el éxito que pretendían. Realmente, resulta complicado popularizar una lengua que no está asociada a ninguna cultura en concreto y cuyo estudio debería obligarse a gran escala y planearse a largo plazo para conseguir integrarla de forma común en la comunidad global. Parece que a estas lenguas les queda un gran camino por delante, algo que seguramente inspire tranquilidad en un sector que se dedica a la traducción entre los distintos idiomas existentes.

 

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