Como bien aparece definido en el Diccionario de la Real Academia Española, el lenguaje es la «facultad del ser humano de expresarse y comunicarse con los demás –y añade– a través del sonido articulado o de otros sistemas de signos». Sin embargo, existen hablantes que pueden ver impedida esta facultad y desarrollar un trastorno de la comunicación, el cual repercute en sus relaciones interpersonales o incluso en su relación con el entorno. Cabe destacar que, por motivos de precisión, se suele distinguir entre trastornos del lenguaje (un cierto impedimento a la hora de comprender y conceptualizar una idea) y trastornos del habla (un cierto impedimento a la hora de producir los sonidos que posibilitan la comunicación), aunque por supuesto existen diversas clasificaciones que atienden a distintos factores. Algunos ejemplos de estos trastornos son la disfasia, la afasia o la disartria, aunque uno de los más conocidos generalmente es la llamada «disfemia» o «tartamudez».

 

En la 10ª edición de la Clasificación Internacional de Enfermedades, publicada por la OMS, la disfemia se define como «el trastorno del habla caracterizado por la frecuente repetición o prolongación de los sonidos, sílabas o palabras, o por frecuentes dudas o pausas que interrumpen el flujo rítmico del habla». Desgraciadamente, los hablantes que presentan esta condición se encuentran estigmatizados dentro de la sociedad como consecuencia de los prejuicios y de las ideas preconcebidas que se crean en torno a ellos. Y es que durante mucho tiempo ha existido la creencia de que la disfemia estaba relacionada con la discapacidad intelectual, cuyas limitaciones generan igualmente rechazo o incomodidad en muchas personas faltas de concienciación. Asimismo, el comportamiento no verbal que exhiben los «disfémicos» (tics, espasmos e hipertensión y respuestas psicogalvánicas) llama la atención de algunos interlocutores, provocando en ellos reacciones (a menudo inconscientes) que pueden resultar hirientes. Esta actitud por parte de la sociedad hace que los disfémicos desarrollen mutismo e inhibición temporales, ansiedad a la hora de comunicarse y logofobia. Por ello, con este artículo nos gustaría visibilizar y normalizar la disfemia, para lo cual proporcionaremos una serie de datos y recomendaremos algún material audiovisual.

 

En cuanto a su formación, parece que hay dos tipos de causas principales. Lo más común es que se desarrolle durante la etapa de adquisición del habla. Muchos niños tartamudean cuando están empezando a hablar, pero la mayoría lo supera; otros desarrollan disfemia aunque todavía no se conoce con exactitud el motivo, aunque algunas teorías apuntan a que tiene que ver con la genética, por lo que sería hereditaria. De hecho, la disfemia es mucho más común en hombres que en mujeres (75 frente al 25 %); además, en gemelos monocigóticos, si uno la padece el otro tiene un 77 % de posibilidades de desarrollarla. Paralelamente, existe también la «tartamudez neurogénica», provocada por un accidente cerebrovascular, un trauma cerebral u otro tipo de golpe en la cabeza.

 

A día de hoy no existe una cura para la disfemia, pero se recomienda un tratamiento que combine técnicas de la logoterapia combinadas con la psicoterapia (enseñanza de la mecánica del habla, observación de la conducta al hablar, corrección de la tartamudez, relajación muscular y control vocal y fluidez). Pero no siempre se procedió con el mismo decoro. En la página de la Fundación Española de la Tartamudez se recogen algunos métodos que se han ido practicando a lo largo de la historia, como Cornelius Celsus, físico y filósofo romano que pensó que la solución era hacer gárgaras con diversas especias o masticar ajo con mostaza y cebolla, a modo de estimulantes. Si los resultados no eran los deseados, le pedía al paciente que metiera la cabeza en agua fría, comiera rábanos picantes y vomitara. O el físico Febricus Hildanus, que cortaba el frenillo de la lengua, ya que partía de la hipótesis de que el anormal grosor del frenillo impedía que la lengua se dirigiera adecuadamente hacia el paladar o los dientes. Uno de los tratamientos más sorprendentes, fue el del doctor Joseph Frank, que afirmaba que la tartamudez era un hábito depravado, y pensaba que unas cuantas palizas aplicadas con regularidad podrían resultar útiles.

Despropósitos aparte, todos debemos convivir en comunidad y tratarnos con respeto. Evidentemente, este objetivo no sería posible sin educación y concienciación. Por ello, en esta misma página, enseñan a cómo relacionarse con disfémicos sin que nuestro comportamiento pueda resultar ofensivo, una breve lectura muy beneficiosa y aclaratoria en aras de la normalización e inclusión:

 

  • Cuando hables con una persona que tartamudea, trata en todo momento de comportarte exactamente igual que lo harías con otra persona. RESPÉTANOS: esa es la mejor ayuda que tú nos puedes brindar.
  • Evita hacer comentarios tales como: «Habla más despacio», «No te pongas nervioso», etc., ya que estos comentarios hacen que la situación de habla se torne más tensa y desagradable.
  • No «ayudes» a la persona que tartamudea completándole la frase. DÉJANOS HABLAR.
  • Mantén el contacto visualy no te avergüences, burles o rías de la situación.
  • Cuando tú hables, utiliza un ritmo pausadoy tranquilo, sin que parezca poco natural o exagerado.
  • Intenta transmitir a la persona que lo importante es lo que dice y no cómo lo dice.
  • Cuando la persona que tartamudea salga del bloqueo o hable fluidamente, no le digas frases como «Lo hiciste bien», «Te felicito, estás hablando mucho mejor». Esto hace que se sienta evaluado cada vez que habla.

 

Por último, para conocer cómo es vivir con disfemia, os proponemos el siguiente material audiovisual: 1) Stuttering: For Kids by Kids, un recopilatorio de entrevistas breves en el que varios niños disfémicos nos hablan de su día a día y de sus impresiones; 2) La dignidad de ser tartamudo en Es Posible, de Canal Sur, en donde podremos conocer historias de discriminación y superación; 3) Люди с заиканием. Неудобные вопросы, vídeo de TUT.BY en el que además de conocer más experiencias, escucharemos testimonios sobre tartamudez neurogénica; y 4) Le bégaiement n’est pas une entrave à la réussite, en el que se habla brevemente acerca de este trastorno con fines de concienciación.

 

Imagen obtenida de https://www.bkreader.com/2019/03/19/finding-my-voice-for-the-third-time/

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