El concepto de «traducción» ha sido estudiado ampliamente por infinidad de teóricos y a día de hoy continúa redefiniéndose con cada encargo y con cada dificultad a la que nos vamos enfrentando. En cualquier caso, la finalidad de una traducción es siempre la misma: reproducir un material original expresado en una lengua en otra lengua de destino con absoluta precisión. Este parámetro se lleva buscando desde los inicios de la profesión; pero, si algo nos han enseñado las numerosas publicaciones sobre errores cometidos en textos del pasado y de nuestro presente (por ejemplo, nuestro artículo sobre la traducción de la Biblia), es que no siempre se ponen todos los medios para alcanzarlo, tanto por parte del profesional en servicios lingüísticos como por parte de la persona que contrata dichos servicios.
La principal estrategia a la hora de garantizar una mayor precisión y, por consiguiente, una mayor calidad es el proceso de revisión. Aunque, si bien es cierto que la acción de revisar aparece definida en el diccionario de la RAE como «Someter algo a nuevo examen para corregirlo, enmendarlo o repararlo», la realidad es que en el ámbito de la traducción esta actividad se ha especializado en varias tareas, las cuales son realizadas por profesionales diferentes en distintos puntos del proceso. Por ello, hablar de «revisar una traducción» se ha convertido en una expresión ambigua que puede llevar a engaño a ambas partes cuando se lleve a cabo la traducción de un proyecto y la satisfacción de sus necesidades.
La confusión más habitual suele darse cuando un traductor ofrece sus servicios de revisión alegando que después de acabar una traducción revisa su propio trabajo para asegurarse de que no se han cometido errores de traducción, fallos ortográficos, imprecisiones, etc. En realidad, esta tarea es una parte implícita del proceso de traducción, por lo que se da por sentado que un traductor va a verificar la calidad de un trabajo realizando una «revisión» a posteriori. Por motivos de claridad, a esta etapa del proceso de traducción se le denomina «autocomprobación» o «autocorrección» y no se puede ofrecer ni contratar como un servicio independiente.
Aquí entra en juego el famoso control de calidad (conocido en inglés como Quality Assessment, QualityCheck o por sus respectivas siglas). Este incluye el uso de distintos recursos informáticos (programas especializados como Xbench, herramientas incorporadas en los programas de traducción, comprobadores de ortografía independientes, incluso una relectura comparada de la versión «final»). Y es que, según distintos estándares aplicables a la prestación de servicios lingüísticos, es preciso realizar esta etapa para asegurar la calidad de un servicio de traducción. Por ello, este mismo control de calidad lo deberían repetir todos los profesionales que entrasen en contacto con un proyecto dado (traductores, revisores, correctores, editores, gestores, etc.).
Por otro lado, el término «revisión» se reserva para un proceso posterior que lleva a cabo un profesional distinto al traductor. En la norma de calidad ISO 17100, se define como «cotejo bilingüe del contenido de la lengua de destino con el contenido de la lengua de origen respecto a su adecuación a la finalidad prevista». Es decir, que cuando se nos oferta una revisión, lo que se nos propone es que un segundo profesional lea la traducción hecha por el traductor y la compare con el contenido original, de modo que pueda detectar omisiones, errores de traducción, fallos ortográficos y gramaticales que haya podido pasar por alto el traductor. Este servicio comporta un gran valor, ya que el revisor es un nuevo par de ojos que pueden detectar fallos que el traductor haya podido obviar como consecuencia de una exposición prolongada e ininterrumpida al texto.
Muchas empresas de traducción ofrecen este servicio por separado, mientras que otras lo incluyen dentro de la tarifa de traducción. Por tanto, es preciso asegurarse de conocer las condiciones que contratamos para traducir un proyecto y comparar presupuestos.
Una vez explicado el matiz que tiene el término «revisión» en el ámbito de la traducción, conviene recordar que existen otros muchos servicios que implican volver a revisar un material (en el sentido amplio de la palabra) de acuerdo con las diferentes necesidades del encargo. Entre ellos, se encuentra la corrección, que es una lectura monolingüe de la traducción por parte de un experto en la materia con el fin de asegurar que el contenido es apto para su difusión entre otros expertos y que se ha utilizado una terminología especializada; también se puede pedir revisar el texto para hacer una adaptación entre las variantes de un mismo idioma (como modificar un texto traducido al español europeo y producir una nueva versión en alguna variante del español de Latinoamérica); asimismo, se puede solicitar revisar el formato de un texto (Linguistic Sign-Off), por ejemplo, si tenemos una presentación en PowerPoint, hemos incorporado la traducción recibida y queremos comprobar que no hay errores de consistencia en relación con la fuente, el formato, la colocación de las imágenes, etc.
La oferta de servicios relacionado con la revisión, la relectura o la reproducción de una traducción es muy amplia. Como tal, a los clientes se les recomienda especificar con minuciosidad las necesidades de un encargo de traducción, para que el profesional de servicios lingüísticos pueda ofrecerle los recursos que mejor se adecuen a estas. Asimismo, a los traductores se les recomienda estar siempre alerta; aunque muchas instituciones y normas se esfuerzan por crear una terminología común, la realidad es que cada cliente, empresa de traducción y profesional utiliza una terminología propia, así que conviene dejar claro en todo momento cuál es el servicio que se está solicitando u ofreciendo.
Ref. de la imagen: https://www.ngenespanol.com/dato-dia/manera-rae-acepta-palabra-haiga/