Cualquier agencia de prestación de servicios que se precie, no se limitará a buscar aumentar exponencialmente la producción, sino que también hará todo lo posible por garantizar que los servicios que presta sean de la más alta calidad, así como por dejar constancia de ello de manera objetiva. En la industria de la traducción, este deseo es una auténtica necesidad, ya que, en un sector con tantas clases de competencia y oferta, es indispensable poner a disposición de los clientes un producto que cumpla sus necesidades y que, además, posea una calidad que venga avalada por procesos de evaluación minuciosos. Por supuesto, la cadena de producción traductológica de un prestador de servicios lingüísticos ya incluye numerosas tareas dedicadas a la comprobación de la precisión (p. ej., búsqueda de errores, revisión de formato) de un material traducido. En algunos artículos del blog, como este, este otro y este de aquí, ya hemos explorado algunos recursos de los que pueden valerse los profesionales lingüísticos para reducir el riesgo de cometer errores antes, durante y después de la fase de traducción, autocorrección y revisión. Sin embargo, desde hace un tiempo, viene siendo habitual emplear sistemas de control de la calidad para dejar constancia por escrito de los aspectos en materia de calidad que afectan a cada proyecto en concreto, lo que comporta una serie de ventajas con fines estadísticos y de mejora. Se trata de las denominadas scorecards o «informes de calidad», «evaluaciones», o «resultados», según la preferencia terminológica.
En esencia, los informes de calidad son documentos en los que se hace constar una valoración global objetiva de una traducción en concreto, atendiendo a una serie de parámetros comunes. Dada su naturaleza homogeneizadora, lo habitual es que estos documentos se distribuyan a modo de modelos o plantillas en blanco que el profesional encargado de la evaluación debe ir rellenando con los datos que correspondan. De este modo, una agencia de traducción puede llevar a cabo un registro estadístico de la calidad: puede conocer el grado de éxito en las tareas lingüísticas para un cliente específico, puede hacer un estudio de los errores más frecuentes, puede hacer un seguimiento del desarrollo de los equipos humanos y puede analizar el progreso de la empresa en su conjunto en términos de prestación de servicios de calidad. Evidentemente, estos objetivos resultan sumamente atractivos de cara a reforzar la posición corporativa en el mercado; pero, ¿qué características tienen dichos informes de calidad?
En la actualidad, la mayoría de empresas dedicadas a la traducción utilizan el método LISA para el control de la calidad en traducciones. En sus orígenes, este método se empleaba exclusivamente en la industria de la traducción de software y hardware y consistía en un mecanismo de asignación de puntos de gravedad y pesos (multiplicadores correspondientes a dichos puntos de gravedad). En la actualidad, este método, ya difundido a la industria en su totalidad, presenta una estructura más sencilla de control de calidad por asignación de puntos exclusivamente. Estos puntos pueden atender a dos parámetros: gravedad (la traducción recibe puntos cada vez que se detecta un error de un tipo específico, que puede ser más o menos grave) o criterio (las traducciones parten desde 0 y se les van asignando puntos conforme se va cumpliendo una serie de indicadores). En cualquier caso, este método tiene muy presente el número de palabras del proyecto analizado, ya que, en principio, no es igual de grave cometer 3 fallos en una traducción de 300 palabras que en una traducción de 30 000. Eso sí, parece que el modelo «por gravedad» está mucho más difundido en la práctica. A continuación, os presentamos los aspectos de mayor interés dentro del análisis.
Para empezar, cualquier informe de calidad debe incluir información identificativa. En otras palabras, si queremos llevar un registro detallado, lo recomendable es dejar constancia del nombre o número de proyecto, de la combinación lingüística, del ámbito de especialidad, del número de palabras y, si se estima oportuno, del tiempo de realización, del profesional lingüístico y de la fecha. Sin embargo, la parte fundamental de estos documentos se encuentra en el desglose de errores por tipo y gravedad.
Es decir, los errores pueden ser leves, graves o críticos, en función de cómo afecten al material traducido. ¿Cambia el significado? ¿Entorpece la lectura? ¿Dificulta la capacidad de compresión? ¿Es fácil para el lector detectar el error y corregirlo automáticamente? Estas son algunas de las muchas cuestiones que se deben plantear las agencias a la hora de delimitar los umbrales de gravedad.
Por otro lado, podemos encontrar distintos tipos de errores. Uno de los más habituales es el de tipo lingüístico (errores de ortografía, discordancias gramaticales, erratas), pero también son frecuentes los de precisión (omisiones, adiciones, inconsistencias, traducciones que no reflejan el original, traducciones ambiguas, etc.). Estos fallos, si bien cometerlos es perfectamente comprensible, pueden repercutir negativamente en la calidad de una traducción y en el uso que se vaya a hacer posteriormente de ella. En este sentido, recomendamos la traducción de este artículo. Aparte de estas categorías tan relevantes, se pueden establecer consideraciones en función de la adherencia a las instrucciones y los glosarios del cliente, al estilo (tono y registro) de la traducción e incluso a las normativas aplicables en cada país. Cada empresa suele diseñar su propio informe de calidad en función de sus necesidades. Por último, como recurso de apoyo, estas suelen elaborar una sección en la que explican de forma esquemática y clara el funcionamiento de este recurso y cómo cumplimentarlo, para que los profesionales lingüísticos puedan proceder correctamente y tengan en cuenta instrucciones específicas de cada empresa.
El resultado, será un informe objetivo en el que se detalle la calidad de una traducción y se indique si está aprobada (PASS) o suspensa (FAIL). Por desgracia, estos métodos no reflejan factores externos que puedan afectar a la calidad, como el estrés de un traductor, el poco tiempo disponible para la tarea, la selección de un perfil que no se ajustaba a las necesidades del encargo, etc. Con todo, se trata de una herramienta muy útil para hacer seguimientos de la evolución de una empresa respecto al compromiso que ha asumido hacia sus clientes.
Ref. de la imagen: https://blog.teeducate.com/2021/06/23/bad-grades-help-your-children-overcome-school-troubles/