La traducción es una actividad profesional que está compuesta por un conjunto diverso de tareas lingüísticas. Existen tantos tipos de tareas como necesidades por parte de los clientes, ya que cada circunstancia es única y requiere una estrategia de comunicación interlingüística diferente. Por ello, hacemos distinciones entre las distintas modalidades de traducción, como entre “traducción (escrita)” e “interpretación”, entre “traducción” y “transcreación”, entre “revisión monolingüe” y “revisión bilingüe”, etc. Asimismo, estas traducciones se enmarcan en ámbitos de especialidad concretos. Esto quiere decir que los textos para traducción pueden pertenecer a una pluralidad de sectores, como el de las ciencias de la salud, el marketing, la propiedad intelectual, la medicina… Y, además, estos pueden ir dirigidos a distintos tipos de destinatarios, desde un público común a nivel divulgativo hasta un público especializado con fines de investigación. Cada una de estas temáticas tiene una naturaleza diferente y, por ello, su traducción requiere de profesionales altamente capacitados que estén familiarizados con el contenido habitual en este tipo de textos y que conozcan la terminología habitual, para producir textos en destino que se adecuen a las perspectivas y a las necesidades de dicho público destinatario y de los clientes contratantes. En este sentido, se habla de producir traducciones de calidad y, para ello, se analiza con atención los distintos perfiles de traductor que entran en juego, ya que cada uno cuenta con una serie de habilidades más o menos convenientes para la tarea en cuestión. Y es que, desde el punto de vista de la gestión de proyectos, seleccionar con criterio a un traductor es uno de los pasos esenciales para aumentar las probabilidades de éxito en cuanto a la calidad final del proyecto.
En relación con dicho perfil del traductor, se contemplan muchos aspectos de interés, entre los que se incluye la experiencia profesional, la formación en ámbitos de especialidad, si ya se ha trabajado previamente con este y se han obtenido buenos resultados, el conocimiento de herramientas de traducción asistida, las tarifas y, por supuesto, las combinaciones lingüísticas que domina y que sean relevantes para el encargo de traducción en cuestión. De hecho, como se sabe de sobra en la industria, la cuestión del dominio del par de idiomas es un tema recurrente, ya que se suele hablar de los niveles de competencia necesarios y de cómo llegar hasta ellos, una especie de debate sobre si el traductor nace o se hace. Más específicamente, en Desmintiendo mitos sobre la traducción, hablamos sobre la concepción del traductor como un profesional que domina un par de idiomas y comentamos las distintas percepciones en cuanto a que si conocer dichos idiomas era suficiente para ejercer como traductor en el mercado de la prestación de servicios lingüísticos.
En relación con este tema del par de idiomas de trabajo, existe una cuestión que genera todo tipo de interpretaciones entre los profesionales. Como es sabido, por lo general el traductor tiene una única “lengua materna” y conoce una “segunda lengua”, que juntas forman la denominada “combinación lingüística”. Pues bien, existe disparidad de opiniones en cuanto a si el traductor únicamente debe traducir hacia su lengua materna (lo que se denomina “traducción directa”) o bien puede traducir en ambos sentidos, es decir, también hacia la segunda lengua (lo que se denomina “traducción indirecta”). Por ello, en el artículo de hoy hablaremos más en profundidad sobre este tipo de traducción y sobre los puntos de vista que existen al respecto.
La traducción indirecta es una modalidad de traducción que, junto con la directa, se define por la direccionalidad, es decir, de qué idioma a qué idioma se está traduciendo. En esta ocasión, cuando hablamos de “tipo de idioma” nos referimos a si este es la lengua materna del profesional o se trata de una segunda lengua. Como explicábamos más arriba, la traducción directa se da desde la materna hacia la segunda lengua y la indirecta se da desde la segunda lengua hacia la materna.
En el contexto actual de la industria de la prestación de servicios lingüísticos, se asume de manera natural que los traductores traducen únicamente hacia su lengua materna, y que este es un planteamiento correcto e incuestionable.
El motivo de este razonamiento es que a los hablantes nativos de un idioma se les atribuye una serie de habilidades y conocimientos inherentes. Por un lado, se da por hecho que poseen mayor facilidad a la hora de manejar la sintaxis y la gramática en sus traducciones, así como una mayor habilidad para detectar errores ortotipográficos y de uso común. Además, se entiende que los traductores son capaces de imprimir mayor naturalidad en sus traducciones cuando traducen hacia su lengua nativa, ya que a lo largo de los años han acumulado experiencia conversacional y la han enmarcado en un contexto social concreto.
Por el contrario, los hablantes de una segunda lengua no materna, es decir, excluidos los casos de bilingüismo, no interiorizan un idioma como en el caso de la lengua vernácula, sino que lo aprende. Esto quiere decir que, según las circunstancias, un traductor puede no tener un conocimiento tan amplio en su segunda lengua. Por supuesto, un hablante puede dominar una segunda lengua con estudio e inmersión, pero siempre se le presume menor control sobre los aspectos mencionados que a un hablante nativo. Por este motivo, las empresas de traducción suelen trabajar con profesionales que solamente realizan traducciones directas, ya que apuestan por esta estrategia para lograr una mayor naturalidad en sus traducciones a las lenguas de destino.
Por supuesto, existen otras variantes que condicionan este debate, ya que las personas plurilingües tienen un dominio casi idéntico de dos o más idiomas y pueden salvar perfectamente las distancias idiomáticas entre ellos, por lo que las personas plurilingües que se forman para ejercer la traducción pueden llevar a cabo traducciones en ambos sentidos con mayor facilidad. También existe el caso de los intérpretes que median entre dos interlocutores en tiempo real, pero en este contexto las necesidades de la interpretación y su contexto de aplicación difieren de las de la traducción escrita, por lo que debe contemplarse aparte.
En cualquier caso, la bidireccionalidad es una modalidad de traducción existente y que se aplica con normalidad en ciertas regiones y en algunos sectores en concreto. Como siempre, lo fundamental es garantizar que el profesional cuenta con las competencias lingüísticas y profesionales necesarias para ocuparse de un proyecto, de modo que podamos garantizar la calidad final de la traducción.
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