Es durante la Primera Guerra Mundial cuando surge la necesidad de contar con intérpretes para que fluyeran las comunicaciones entre las diferentes unidades militares.
En el año 1919, durante la Conferencia de Paz de París, el problema lingüístico se hizo todavía más patente. Las naciones vencedoras anglófonas querían hacer valer su propio derecho de poder hablar su idioma, que era reconocido como lengua oficial de la conferencia. Después de muchos “tira y afloja” el inglés se mantuvo como lengua oficial de la conferencia junto al francés.
El siguiente paso fue crear un equipo de intérpretes. La mayoría de ellos se reclutó entre los militares que en su día se utilizaron como intérpretes durante la guerra, aunque ninguno tenía una formación adecuada para este tipo de trabajo. Se optó por la traducción consecutiva. Gracias a una estricta metodología creada por los primeros intérpretes como Jean Herbert, no solo la Conferencia de Paz se llevó a cabo sin mayores problemas, sino que la ONU llegó a reconocer con el paso del tiempo una categoría profesional reconocida e institucionalizada.
Sin embargo, hay que esperar al final de la Segunda Guerra Mundial para que la traducción consecutiva diera paso a la interpretación simultánea, dando vida a una nueva figura profesional que hoy se conoce como “intérprete de conferencias”.
Poco antes del inicio de los Juicios de Núremberg, se cayó en la cuenta de que la utilización de la interpretación consecutiva, en la cual el orador habla y el intérprete toma notas que no se traducen hasta que el primero ha concluido su intervención, era inviable. Las sesiones se alargaban más allá de lo razonable ya que cada discurso se pronunciaba por duplicado.
Fue unos días antes del inicio del Juicio, cuando llegaron aparatosas máquinas con enormes auriculares que permitían que todo el mundo pudiese escuchar las traducciones de forma simultánea.
La técnica se reveló como todo un éxito y el Juicio duró tan solo un año. Desde entonces, la interpretación simultánea ha tenido una evolución y un desarrollo asombroso, no solo desde el punto de vista de los elementos que ayudan a desarrollar esta profesión (cabinas, auriculares…), sino también en el crecimiento de esta figura y su importancia en los procesos comunicativos.
Fuente: El diario vasco
Imagen: El diario vasco