La calidad es un tema recurrente en las publicaciones orientadas al mundo de la prestación de servicios lingüísticos. En nuestro blog, hemos dedicado varias entradas a hablar sobre revisiones, control de calidad, informes de calidad y estrategias de prevención. Y es que las agencias de traducción están plenamente concienciadas de que, como consecuencia de la participación de recursos humanos bajo circunstancias de presión, es habitual encontrar errores en los documentos que se traducen. Por ello, dichos proveedores dedican una gran parte de su esfuerzo a diseñar métodos de verificación y seguimiento. Estos les permiten analizar los aspectos propios de cada encargo individual, la evolución del equipo de profesionales lingüísticos e incluso detectar fallos comunes o tendencias generales que afecten a la calidad de los productos que entregan. Sin embargo, todos estos recursos son herramientas que las agencias utilizan dentro de un régimen interno entre los distintos departamentos (gestión, traducción, QA, etc.), es decir, la garantía y el estudio de la calidad tienen lugar dentro de la propia empresa o, a lo sumo, entre la empresa y un cliente directo, y siempre después de haber entregado el proyecto. Pero la realidad es que esta es tan solo una parte de la estrategia corporativa en materia de calidad, ya que existen otros recursos destinados a garantizar la calidad de los servicios lingüísticos que presta una empresa desde antes de la contratación de los mismos y a título general. Se trata de los denominados «estándares de calidad».

En esencia, los estándares de calidad son certificaciones que se les otorga a las empresas que cumplen una serie de parámetros. Estas les sirven para poder diferenciarse del resto de competidores y asegurar a los clientes potenciales que los servicios que prestan siguen una serie de protocolos que consiguen garantizar una calidad de alto nivel y competitividad dentro del mercado. Como tal, cada estándar está compuesto por una serie de disposiciones objetivas aplicables a uno o más sectores especializados, de modo que se pueda medir cómo organiza una empresa la distribución de tareas y las comprobaciones de calidad. Si se alcanza el nivel que exige el estándar, la empresa queda oficialmente avalada y puede utilizar el sello distintivo a la hora de publicitarse. No es de extrañar que estos hayan ido ganando popularidad en el sector de los servicios lingüísticos y que las empresas se esfuercen por pasar satisfactoriamente las auditorias necesarias. Pero, ¿cuáles son esos estándares?

Uno de los más conocidos es la ISO 17100, que ya introducimos en este artículo dedicado a las revisiones. Se trata de un estándar aplicable a las empresas de traducción como a las organizaciones internacionales que gestionan sus propias traducciones. Y en ella se detallan diversos aspectos asociados, como la necesidad de un sistema de gestión para controlar los procesos, la cualificación y requisitos mínimos del personal técnico que interviene en los proyectos, la necesidad de introducir la figura del revisor como recurso de calidad, la identificación y la revisión de los requisitos del cliente, así como el cierre del proyecto con la confirmación de que el mismo ha sido satisfactorio. En él también se describe en qué consiste cada etapa del proceso de traducción. No obstante, conviene destacar que este estándar no es aplicable a los servicios de posedición, que tanta popularidad han ganado en los últimos años.

Seguidamente, podríamos mencionar la familia ISO 9000, que se centra en los diversos aspectos relacionados con la gestión de la calidad y contiene algunos de los estándares más conocidos. Estos sirven a modo de orientación para las empresas que desean garantizar que los productos y servicios que ofrecen cumplen las necesidades de los clientes en todo momento, y que existe una actitud proactiva para seguir mejorando dicha calidad. Dicha familia de estándares está plenamente enfocada al cliente, al liderazgo, al compromiso de las personas, a los procesos, a la mejora continua, a la toma de decisiones basada en evidencias, a la gestión de relaciones entre la empresa y los clientes y a la participación personal.

Por último, también existe el estándar ASTM F2575-14, especializado en la garantía de calidad en los servicios de traducción. Este proporciona un marco tanto para los clientes como para las agencias que deseen acordar requisitos específicos para un proyecto de traducción. Aunque no dispone criterios específicos para la traducción o la calidad de un proyecto, establece parámetros que deben tenerse en cuenta antes de iniciar un proyecto de traducción. Sirve a modo de orientaciones para informar a las partes interesadas sobre qué debe cumplir los requisitos de calidad básicos en lugar de proporcionar un conjunto de instrucciones prescriptivas al traductor.

En definitiva, los estándares de traducción son un recurso muy útil para las empresas que deseen hacer constar la calidad de sus servicios lingüísticos. Existe una amplia oferta de recursos a su disposición y los resultados a largo plazo serán gratamente satisfactorios.

 

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