La traducción es un fenómeno lingüístico que ha existido desde los orígenes de la comunicación y que, a lo largo de los siglos, se ha ido perfeccionando hasta convertirse en un ejercicio intelectual, un recurso cultural y una actividad comercial indispensable para relacionarnos en un contexto tecnológico y globalizado marcado por la inmediatez. En sus comienzos, reproducir mensajes entre lenguas era una acción necesaria para crear entendimiento entre los distintos pueblos y poder así establecer relaciones políticas, comerciales e interpersonales, entendidas en el amplio espectro en el que se manifestaron desde dichos albores de la civilización hasta nuestros días. Más adelante, con independencia de los conocimientos de idiomas de cada persona, la traducción se convirtió en un instrumento al servicio del poder político y de las instituciones académicas. El poder político, donde según el contexto histórico cabe incluir el poder religioso, empleaba los conocimientos lingüísticos y culturales para diversos fines, como crear lazos políticos, espiar, censurar la divulgación de contenido, falsificar textos y adoctrinar, como sucedió en la época de los grandes imperios. Al mismo tiempo, y pese a los malos usos que se ha hecho de la traducción a lo largo de la historia, la conversión interlingüística ha servido para llevar más allá de cualquier frontera el conocimiento disponible en una cultura con el fin de enriquecer los avances científicos, filosóficos y tecnológicos. Por este motivo, es innegable el papel que ha desempeñado esta actividad en el trascurso de la historia para crear un conocimiento común entre todos los pueblos del mundo y comunicar todo tipo de conocimientos especializados e ideas novedosas para evolucionar cultural y tecnológicamente como comunidad global.
Hasta no hace mucho, la traducción era una actividad que servía para bienes colectivos en los ámbitos académicos y políticos fundamentalmente, pero, de un tiempo a esta parte, la traducción se ha convertido en una herramienta de gran importancia para los fines comerciales privados por parte de empresas y personas individuales. Esto quiere decir que la traducción sirve como un medio para obtener una ventaja que encarga una persona o empresa para satisfacer una necesidad propia relacionada con la comunicación. Como bien sabemos, estas necesidades no tienen que ver únicamente con salvar una barrera lingüística para permitir el entendimiento entre dos hablantes, sino que corresponden a verdaderas estrategias comerciales en las que se usa el lenguaje para apelar a los sentimientos de los consumidores y generar en ellos una llamada a la acción, que normalmente se corresponde con el deseo de compra. Por lo tanto, la traducción ya no sirve solo para transmitir mensajes, sino que a menudo se utiliza para transmitir sentimientos y crear respuestas, lo que, paradójicamente, muchas veces pasa por no transmitir el mensaje original y crear uno nuevo que conserve la fuerza y la intención codificada inicialmente. Verdaderamente, nos encontramos en una nueva época en la que la conversión interlingüística se ha convertido en un activo muy poderoso para obtener una ventaja frente a cualquier competidor. Ya no se trata de «hablar el mismo idioma», sino de «ser memorable» para el público objetivo y «crear escuela» con una imagen de marca.
Para poder realizar esta actividad y poder llegar al mayor número de clientes, es indispensable que un prestador de servicios lingüísticos, ya sea una persona individual o una agencia, se dé a conocer en el mercado con gran alcance. Hoy por hoy, los medios convencionales (el boca a boca, la publicidad por correo electrónico, etc.) ya no son suficientes para sacar el máximo potencial a nuestra presencia en el mercado. Para lograr el éxito, hay que ser omnipresente y multiplicar las posibilidades de éxito aumentando nuestra presencia en Internet. A este respecto, las redes sociales comportan un valor incalculable.
Las redes sociales son un altavoz muy accesible, económico y de largo alcance para publicitar los servicios de traducción. Existen redes sociales para todo tipo de audiencias e incluso en las que conviven varios tipos de audiencias agrupados por intereses, incluso las mismas empresas a las que nos dirigimos tienen presencia en estas plataformas. ¿Por qué no darnos a conocer en otros formatos que hagan llegar nuestros servicios a nuevos destinatarios y de formas más originales que los métodos tradicionales? Estas estrategias son un gran aliciente para captar la atención de potenciales clientes, generar una imagen de marca positiva y atraer a dichos clientes más adelante a nuestra página web. En la actualidad, es habitual ver en redes sociales como Twitter o Instagram a profesionales del sector hablar sobre su trabajo o su filosofía de empresa a través de memes, recurriendo al humor como recurso infalible para conectar con las audiencias. Este tipo de recursos rompe las distancias entre las empresas y los posibles clientes y genera interés como para que decidan hacer clic en el nombre de la empresa para ver qué entidad se esconde detrás de una publicación ingeniosa o interesante, lo que hará que se familiaricen con los servicios ofertados partiendo de una base más optimista. De la misma manera, las redes sociales nos permiten mantener a nuestros seguidores actualizados en tiempo real con todas las novedades de nuestra empresa y de nuestro sector, por lo que crearemos relaciones mucho más estrechas y nos convertiremos en un recurso de consulta actualizado, una cualidad indispensable en la época actual de la inmediatez.
Por ello, abrirse una página en una red social puede ser una decisión acertada para mejorar la presencia en Internet de cualquier empresa de traducción y lograr llegar a nuevos destinatarios, por no hablar del ingente nicho de mercados de clientes interesados en recurrir a servicios lingüísticos para mejorar el copy y la localización de sus páginas en redes sociales.
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