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EL RETORNO DE LAS TRADUCCIONES

La relación que se establece entre el cliente y el traductor o la empresa de prestación de servicios lingüísticos alberga un carácter continuo, y es que esta da comienzo desde antes del primer encargo (captación, negociación, asesoramiento, etc.), se mantiene durante la realización de un proyecto e, idealmente, perdura en el tiempo si este desea seguir contratando a los mismos profesionales en futuras ocasiones. Dicha relación debe cultivarse constantemente para generar una confianza mutua y demostrar un compromiso para con los intereses de ambas partes, pero, sobre todo, para con la calidad de la traducción.

Por este preciso motivo, la comunicación con respecto a un proyecto en concreto no siempre acaba cuando se hace entrega del mismo. Puede darse la posibilidad de que el cliente vuelva a escribir en relación con una traducción finalizada. Por un lado, este puede enviar un mensaje para felicitar al equipo por el trabajo que se ha realizado y mostrar su agradecimiento. Como no es habitual hacer esto para todos y cada uno de los proyectos, se trata de un gesto muy bien valorado y que agradecen conocer todos los integrantes del proceso de traducción. ¿A quién le amarga un dulce? Pero, por otro lado, este puede solicitar en su mensaje la modificación de determinados aspectos del texto de destino.

 

Ahora bien, ¿cómo ha detectado el cliente qué aspectos necesitan cambiarse? Si domina el par de idiomas del proyecto, ¿por qué ha contratado servicios de traducción?

Lo cierto es que, en muchas ocasiones, los clientes pueden ser otras agencias de traducción, empresas especializadas en un campo en concreto y que cuentan con un pequeño equipo de revisores en plantilla o bien empresas especializadas que entregan a sus expertos la versión definitiva de un texto para que puedan hacer una lectura monolingüe y valorar la precisión del trabajo. Es decir, que lo más probable es que una traducción entregada siga siendo sometida a distintos procesos de verificación. Y, en caso de encontrar algún tipo de error, inconsistencia, imprecisión o problema asociado, lo conveniente es solicitar a los responsables de la versión en un nuevo idioma que realicen los cambios que consideran pertinentes. Pero, ¿qué tipos de cambios se suelen recibir?

 

En primer lugar, podemos recibir errores reales, es decir: errores de ortografía, inconsistencias de formato, imprecisiones en cuanto a la terminología y la adecuación terminológica, etc. Aunque no suelen ser los más frecuentes, pueden producirse en algún momento dado. Ante esto, lo mejor es actuar con honestidad, reconocer los mismos y subsanarlos. Si este problema se vuelve frecuente, será preciso hacer hincapié en la autocorrección, reforzar la etapa de revisión y, por supuesto, consultar al cliente todas las dudas que puedan terminar dando lugar a un error de traducción en el ámbito de especialidad.

Asimismo, también es habitual que el cliente solicite modificar una serie de aspectos del proyecto, pero que estos no se consideren errores como tal. Por un lado, puede tratarse de modificaciones incorrectas. Estas se dan cuando el cambio que se solicita representa un error de traducción o incluso de ortografía (p. ej., cambiar «solo» por «sólo» o «quirófano» por –llevémoslo a lo absurdo– «teatro de operaciones»). En una circunstancia semejante, hay que defender la traducción inicial: lo más pertinente sería responder al cliente con una nota en la que se explicase por qué no debería aplicarse ese cambio y en qué se basa nuestro razonamiento. Normalmente, los clientes atienden a razones, pero si, pese a todo, insiste, no quedará más remedio que acceder a la petición. Por otro lado, puede que el cliente desee aplicar una serie de cambios que respondan a una naturaleza preferencial. Esto sucede cuando, dentro de un mismo ámbito de especialidad, existen distintos términos o expresiones para un mismo concepto y el cliente está más familiarizado con una opción de traducción distinta a la que se ha empleado en la traducción. O bien, simplemente, porque exista una cierta sinonimia. Por lo tanto, una vez hayamos identificado que se trata de cambios válidos, lo único que hay que hacer es aplicarlos en el documento y enviárselo al cliente. ¡Caso cerrado!

No obstante, conviene señalar que hay que prestar mucha atención durante la aplicación de cambios, puesto que normalmente no los suele revisar una segunda persona, y la responsabilidad recae únicamente en el profesional al que se le haya asignado la tarea. Por ello, aunque a la hora de aplicarlos trabajemos con el control de cambios, debemos percatarnos de si se producen variaciones entre el género y el número entre los dos términos en cuestión (p. ej., si se solicita cambiar «carcasa» por «alojamiento» y se trabaja mediante una simple sustitución, es posible que entreguemos una versión final en la que figure «de la alojamiento interna» y perjudiquemos gravemente una traducción que presentaba una buena calidad.

 

Como tal, es preciso diseñar una buena estrategia de gestión para este tipo de incidencias. Esta debería contemplar darle una respuesta apropiada al cliente según el tipo de error, asignar la aplicación de los cambios al profesional correspondiente para que este pueda determinar la naturaleza de los cambios y actuar en consecuencia, así como desempeñar la tarea con la mayor precisión y reducir al mínimo los posibles fallos que puedan derivarse de tratar el texto a posteriori a sabiendas de que no se va a realizar ninguna revisión posterior.

 

Esto les demostrará a los clientes que, como traductores autónomos o empresas de prestación de servicios lingüísticos, mostramos una gran preocupación por las traducciones en todas las etapas de su desarrollo; y, por supuesto, que tomamos en consideración el trabajo de los clientes y de sus recursos humanos a la hora de garantizar la calidad final de los productos. De esta manera, se obtendrá una relación mucho más sólida y duradera.

Ref. de la imagen: https://community.chronicle.com/news/2126-the-holy-grail-of-class-

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