La profesión del traductor es una de las que más aspectos abarca en el mercado laboral, una realidad que se debe a la imprecisión histórica a la hora de determinar las funciones y las responsabilidades de esta figura y que ha continuado hoy en día como consecuencia de utilizar genéricamente esta etiqueta para englobar una serie de perfiles profesionales especializados que existen no solo en las labores meramente lingüísticas, sino también en todo tipo de ámbitos relacionados con la gestión, la administración y el asesoramiento intercultural.
Por este motivo, en ocasiones es habitual que las empresas y personas individuales que precisan servicios lingüísticos no consigan encontrar lo que buscan o bien no acierten a buscar con precisión aquello que necesitan y terminen contratando servicios no relevantes. Por otro lado, tanto dentro como fuera de la profesión se ha debatido ampliamente acerca de las cualidades que debe reunir un profesional de este sector, un asunto nada baladí pues estas impresiones son las que configuran los procesos de contratación de personal, las habilidades y destrezas exigidas a los perfiles traductores y los criterios de evaluación del desempeño profesional.
Y es que, si lo pensamos detenidamente, un traductor no se limita a traducir. Sumemos a la ecuación las conocidas preguntas circunstanciales: ¿Qué se traduce?, ¿Qué flujo de trabajo se va a seguir?, ¿Quién traduce?, ¿Quién envía la traducción?, ¿Cómo se debe llevar a cabo la traducción?, ¿Dónde se va a traducir?, ¿Cuándo hay que entregar una tarea? ¿Por qué una traducción finalizada funciona o no cuando llega a su destino? ¿Por qué mi cliente quiere o no quiere continuar la colaboración comercial? Las respuestas a estas y a otras muchas preguntas coincidirán en evidenciar que la traducción es una profesión que posee un flujo de trabajo muy bien definido y que no solo está relacionado con la capacidad de realizar tareas interlingüísticas u otras afines, como la revisión, el cotejo, la adaptación, la transcripción, la interpretación o cualquier otra del amplio repertorio de servicios que ofrecen los profesionales lingüísticos y las agencias de traducción. La traducción, como venimos diciendo en muchas ocasiones, no existe por sí sola, sino que se da en unas circunstancias comerciales que precisan de una metodología estructurada y repetible que permita consolidar una mecánica de trabajo fiable y orientada al éxito. Para ello, solemos encontrar empresas que identifican cada uno de los engranajes que componen este mecanismo y emplean personas formadas específicamente en cada una de esas disciplinas para desempeñar esas labores concretas. Como tal, tenemos profesionales especializados en la captación de clientes, en los recursos humanos, en la gestión de proyectos, en las cuentas, en la prestación de servicios interlingüísticos per se o en el control de calidad, entre otros. Sin embargo, en muchos contextos estos roles no están tan diferenciados, por lo que es frecuente que una misma persona deba asumir las responsabilidades y los cometidos de varias figuras organizativas. Un ejemplo muy claro es el de los profesionales autónomos, que deben darse a conocer ellos mismos en el mercado o forjar buenas conexiones en el sector, gestionar la producción (desde que se reciben las propuestas, pasando por el asesoramiento, la traducción, los controles hasta llegar a la entrega y continuar con los procesos posteriores de seguimiento de la satisfacción) y llevar al día toda la documentación y las cuentas pertinentes para los fines administrativos oportunos. Todo ello, nos lleva a dibujar un perfil de la figura del traductor esencialmente multidisciplinar y que debe poseer una capacidad de adaptación y aprendizaje muy desarrollada para poder hacer frente a los retos que día a día impone el ejercicio de su profesión.
En concreto, podríamos hablar del carácter multidisciplinar del traductor en lo referente a los servicios lingüísticos que ofrece, ya que no se limitan a la mera provisión de correspondencias interlingüísticas. Todo material se enmarca en un área de especialidad, y esto quiere decir que los traductores son, ante todo, expertos en una o más materias o personas con grandes dotes para la documentación, ya que las traducciones deben estar adaptadas al público destinatario. Por ello, cuando buscamos un traductor buscamos también un conjunto de conocimientos que le permitan reproducir textos como alguien entendido en esa área. Por otro lado, la traducción implica una serie de tareas que van más allá de ofrecer una opción de traducción para una unidad de significado extranjera. El traductor debe tener la capacidad de autocorregirse con precisión, de revisar el trabajo de otros compañeros traductores con objetividad y espíritu crítico orientado a la calidad, de comunicarse con otros expertos para obtener información aclaratoria y de comunicarse eficazmente con los clientes y demás partes implicadas en el proceso de traducción. A esto se le suma, además, la necesidad de incorporar todo tipo de recursos tecnológicos a sus métodos de trabajo, ya que estos le permiten ofrecer un servicio mucho más ágil y adaptado a las tecnologías que utilizan los clientes en sus respectivos negocios. Las herramientas TAO, el software de control de calidad y gestión de recursos empresariales y las nuevas aportaciones de la inteligencia artificial son elementos clave para definir un perfil traductor con dominio y comprometido.
Finalmente, un traductor profesional debe ser capaz de relacionar una serie de habilidades individuales, como la gestión del tiempo, el control del estrés, la asunción de la responsabilidad a nivel comercial e interpersonal y la versatilidad necesaria para poder adaptarse a todos los desafíos que irá imponiendo el ejercicio de esta actividad en el día a día.
Por todo ello, encontrar al mejor equipo de profesionales no puede limitarse a una búsqueda rápida de traductores o a una comparativa básica de rangos de precio. Para conseguir traducciones de calidad hay que contar con el asesoramiento y el buen hacer de profesionales comprometidos con las necesidades de sus clientes, las buenas prácticas en la industria de la traducción y la motivación de evolucionar hacia un futuro que sepa combinar los avances tecnológicos y la inconmensurable aportación del capital humano.
Ref. de la imagen:https://ethic.es/2023/03/la-gig-economy-esta-acabando-con-nuestra-salud/