Siempre que nos preguntamos sobre el origen de nuestra lengua, lo hacemos con especial atención a las palabras. Rastreamos en ellas las huellas etimológicas que observamos en sus raíces léxicas y en distintos morfemas que las hacen derivar hasta las unidades de significado que representan en la actualidad. Y lo hacemos motivados, en parte, por el placer de conocer el desarrollo de la historia e imaginarnos cómo sonarían los actos de habla de nuestros antepasados; pero también hay en nuestra búsqueda una cierta curiosidad por entender cómo funciona nuestra mente y por qué conceptualiza la realidad que percibe de la manera en que lo hace. Por ejemplo, en la lengua de la tribu aborigen australiana de los Guugu Yimithirr, no existen las palabras «derecha/izquierda», sino que describen la posición y la dirección mediante los puntos cardenales, es decir, que un referente puede quedar «al noroeste» del hablante. Asimismo, en gaélico no existen traducciones directas para «sí/no», sino que reiteran la forma verbal auxiliar, por ejemplo (se proporciona un ejemplo en inglés por conveniencia) «Did you go out last night?Did». Y todo ello es el resultado de un contexto sociocultural único y, por supuesto, condiciona la forma de entender el mundo y comunicarse. Otro caso conocido es el del pueblo pirahã, en Brasil, que no tienen palabras correspondientes a los números, sino expresiones del tipo «poca cantidad» o «mucha cantidad». Pero, ¿es posible vivir sin contar?

Lo cierto es que, mucho antes de que las civilizaciones empezaran a usar los números tal y como los conocemos hoy en día, nuestros ancestros se valían de sistemas muy rudimentarios, como ir tallando líneas en madera, hueso o piedra a la hora de hacer recuentos (con el tiempo, se estilaría agrupar estas líneas de cinco en cinco, con cuatro líneas verticales y una tachando a estas en transversal). Por supuesto, este método era aceptable para cantidades pequeñas, pero considerablemente engorroso para cantidades grandes. Por ello, en civilizaciones como la griega, le egipcia y la hebrea, se añadían símbolos para representar valores más altos. Por ejemplo, en el Antiguo Egipto, una cuerda enrollada significaba «100», mientras que una flor de loto significaba «1000»; entonces, estos símbolos se repetían tantas veces como fuera necesario (p. ej., tres flores de loto para representar «3000»). Sin embargo, estos sistemas seguían planteando dificultades a la hora de representar cantidades complejas (es decir, no redondas).

Con el tiempo, civilizaciones como la babilonia, la china y la azteca desarrollaron sistemas de numeración denominados «de posición», es decir, que el símbolo adquiría un valor diferente en función de la posición que ocupase en la secuencia «numérica». Por ejemplo, el número 2 adquiere en «142» (unidades) un valor diferente a 2 477 145 (millón). Por lo que el sistema de numeración que se emplea en la mayor parte del mundo obedece a este criterio. Dicho sistema fue perfeccionado allá por el siglo VII por matemáticos hindúes, que crearon 10 símbolos con los que poder representar cualquier número. En Europa, estos conocimientos fueron transmitidos por mercaderes, académicos y conquistadores árabes, así que por ello en occidente se les suele conocer como «números arábigos», si bien su procedencia es india. Una de las adiciones más importantes fue la del 0, ya que, en los sistemas de numeración de posición, el cero se representaba dejando un espacio en blanco, lo que a menudo generaba confusión, ya que «62» podía querer representar 62, 602 o 620.

En este sentido, cabría afirmar que el uso de los números romanos (basado en la indicación de líneas, iniciales de palabras latinas y formas evolucionadas del alfabeto etrusco), que tanto se popularizó, fue sustituido paulatinamente por los números que conocemos actualmente, ya que permitían hacer cálculos de forma más sencilla y visual. Sin embargo, las grafías actuales no son como las de entonces. En el siguiente enlace, se muestra un esquema de la evolución gráfica de estos símbolos, un proceso que se ha dado a lo largo de los siglos.

 

Ref. de la imagen: https://artroomblog.blogspot.com/2020/01/this-project-is-inspired-but-work-of.html

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