Para muchas personas es algo inevitable. Cuando están en presencia de bebés o peques, una fuerza misteriosa se apodera de ellas y comienzan a hablar de una forma apenas reconocible para sus espectadores. Enseguida, empiezan a surgir palabras como acuchipú, ajo y tuqui-tuqui, que se intercalan en el discurso oral de una forma inesperada y extraña, a menudo acompañadas de entonaciones melodiosas, modulaciones de voz imposibles y una gesticulación exagerada para cualquier fin conversacional ordinario. Sin duda, interactuar con bebés puede convertirse en todo un ejercicio de creatividad, y es que hacemos todo cuanto esté en nuestra mano por establecer una comunicación con personitas que, en muchos casos, aún no tienen la capacidad de entender lo que decimos ni, por supuesto, de elaborar una respuesta compleja. No obstante, esta conducta está arraigada en muchas culturas y parece transmitirse con total naturalidad entre generaciones. Por ello, en el artículo de hoy exploraremos qué es este «lenguaje», cuáles son sus características principales y que ventajas puede llegar a comportar.
En inglés, este lenguaje recibe varios nombres, algunos de ellos no exentos de polémica. En primer lugar, se puede hablar de baby talk («forma de hablar con tintes infantiles») que, aunque se trate de un término bastante popular en el lenguaje común, muchas personas desestiman porque, realmente, muchas de las características de esta forma de expresarse no guardan relación con la forma en la que se expresan los/as bebés y demás niños/as pequeños/as. Además, los/as bebés, sensu stricto, no «hablan», por lo que no podemos atribuir palabras como acuchipú a la lexicología infantil. En su defecto, hubo un periodo en el que se extendió el término motherese, pero, aunque en la descripción de su significado se explicaba que aludía a una forma de hablar que adoptaban los adultos en general a la hora de comunicarse con bebés, resultaba un poco impropio que la raíz para formar esa palabra fuese la de mother («madre»), ya que parecía dar a entender que este tipo de comunicación les era más propia a las mujeres, nada más lejos de la realidad. Por ese motivo, posteriormente se creó el neologismo parentese, con la raíz de parent(s), que en inglés designa conjuntamente a los padres y a las madres, sin distinciones de género y, por lo tanto, sin connotaciones sexistas. De este término hemos tomado la traducción literal para el título, aunque desde luego podrían acuñarse opciones más naturales a la lengua española dentro de un registro informal. Por contra, en el registro formal encontramos las expresiones child-directed speech o infant-directed speech («habla dirigida a bebés o a niños/as pequeños/as»), que suelen aparecer con mayor frecuencia en los ámbitos de la psicología y entre profesionales del desarrollo infantil. Reciba el nombre que reciba, el «parentés» es un comportamiento lingüístico y extralingüístico observado en los hablantes a la hora de relacionarse con interlocutores de muy corta edad. Ahora bien, ¿cuáles son sus rasgos distintivos?
Por supuesto, huelga decir que el parentés no se entiende como una lengua, sus «hablantes» adultos no pretenden establecer un intercambio comunicativo con los peques, sino que lo utilizan como recurso estratégico para interactuar con ellos. Por ello, los elementos que componen dicho recurso son una ayuda a su naturaleza simplista. Así, el parentés se caracteriza por una velocidad de discurso muy pausada, por el empleo de repeticiones y por el uso de estructuras gramaticales sencillas. Sin embargo, este cuenta con tres elementos que configuran la idiosincrasia de este lenguaje de manera distintiva.
En primer lugar, existen cambios en varios niveles de la lengua, sobre todo en la prosodia. Es decir, que cuando hablamos con bebés solemos modificar nuestro acento, el tono del discurso y la entonación de las palabras que pronunciamos. En otras palabras, no se trata de enunciar palabras aleatorias en frases cortas, sino que es preciso poner el acento en sílabas estratégicas, marcar aquellas partes de nuestra intervención que sean más importantes mediante énfasis y dotar a todo el producto de un ritmo melodioso que transporte a nuestro interlocutor por un pentagrama de fonemas que estimule sus sentidos. A fin de cuentas, el objetivo último del parentés es llamar la atención de bebés y niños/as y animarles poco a poco a pronunciar sus primeras palabras. Con este fin, solemos ayudarnos de un segundo elemento, que es la exageración del comportamiento no verbal, sobre todo el de los gestos faciales. Cuando nos posee este afán comunicativo, suele ser habitual hacer muecas con la boca, abrir y cerrar los ojos, llenar de aire los mofletes, jugar con las manos, acortar la distancia interpersonal entre los interlocutores, establecer contacto, añadir ruidos, etc. El movimiento es realmente importante en la comunicación, hasta el punto de que gran parte del mensaje reside en el comportamiento no verbal.
Finalmente, cabe destacar que estos elementos tienden a ser más exagerados cuanto menor es la edad del interlocutor al que nos dirigimos. Paralelamente, el parentés también puede evolucionar como recurso comunicativo con niños/as algo más mayores, aunque su eficacia está más cuestionada.
Aunque a muchas personas les pueda resultar excéntrico, el parentés es un recurso muy valioso en el desarrollo de los más pequeños. Este tipo de interacción es un refuerzo positivo para fortalecer notablemente la relación entre los/as peques y sus padres y madres. Asimismo, los estudios parecen apuntar a que un uso consciente del parentés puede ayudar a los/as niños/as pequeños/as que están aprendiendo a hablar a adquirir vocabulario más rápidamente (cuando incorporamos palabras existentes en el idioma), a ganar seguridad a la hora de expresarse y a interpretar más correctamente cómo se establecen los turnos de un intercambio comunicativo (pausas, apreciación de la intervención ajena, escucha, etc.). Por ello, hemos de ser muy conscientes como hablantes de que la adquisición de la lengua empieza desde edades muy tempranas y que todos los recursos auxiliares comportan una enorme ventaja para acelerar el proceso de aprendizaje.
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