La traducción es una actividad que tiene un marcado componente artístico. Por ello, a muchos aficionados de los idiomas les gusta hacer traducciones de sus obras favoritas, ya sean fragmentos de libros, canciones, escenas de películas, etc. De hecho, no es de extrañar que gran parte de ellos descubra su vocación profesional traduciendo textos de forma desinteresada y para su realización personal. Aunque pueda parecer que las traducciones resultantes son meramente anecdóticas e inservibles, lo cierto es que en ocasiones son bastante valiosas, porque puede darse el caso de que lo que se traduzca de forma amateur sea la única traducción existente de un material en concreto, lo que ayuda a satisfacer una demanda muy concreta y enrique la actividad traductora. Esto mismo es lo que ocurrió a mediados de los años 80 en Estados Unidos, donde se crearon agrupaciones de personas con conocimientos de japonés que se dispusieron a traducir animes al inglés, ya que no todas las series de animación japonesas conseguían la licencia de distribución en el mercado internacional. Creaban copias de subtítulos en VHS y las distribuían en tiendas de comics para el público interesado. Así surgió el fansub. Lo cierto es que satisfacían una importante demanda, puesto que importaban a una cultura una gran cantidad de material audiovisual a la que no se tenía acceso porque no se podía invertir en traducir todas y cada una de las producciones extranjeras. Por este motivo, el fansub se fue haciendo cada vez más popular entre otros pares de idiomas y, con el tiempo, dio el salto al formato electrónico, que perdura a día de hoy.
Tal y como se recoge en este artículo, «los fansubs (del inglés, fan subtitled) son agrupaciones de gente aficionada sin ánimo de lucro dedicadas a traducir y subtitular series no licenciadas en el país de destino para distribuirlas posteriormente de manera gratuita a través de la red. El producto final resultado de esta traducción se publicará manteniendo su formato original (imagen o vídeo) tras pasar un proceso de edición más o menos complejo dependiendo de las características técnicas de la serie. Aunque el término fansub se utiliza casi de manera exclusiva para referirse a grupos que cubren series de anime y manga, también engloba a aquellos que subtitulan series de habla inglesa antes de que den el salto a España».
Por supuesto, la mayor parte de participantes no pertenecen al ámbito profesional de la prestación de servicios lingüísticos. En su mayoría, se trata de aficionados con conocimientos en una lengua extranjera y pasión por el contenido audiovisual que deciden colaborar activamente en su internacionalización. Para ello, se sigue una cadena de trabajo que tiene por objeto conseguir una traducción con la mayor calidad posible. En primer lugar, se selecciona a los traductores, que normalmente deben pasar una pequeña prueba de traducción; en ella se busca lograr un resultado natural y exento de errores de ortografía y sintaxis. Además, existe un proceso de documentación para conocer el contenido total del material, las referencias culturales y la personalidad de cada uno de los personajes, a fin de lograr una traducción adecuada. Un aspecto muy curioso es que la traducción de anime suele darse del japonés al inglés (es decir, LO > LM), pero cuando se traduce un anime a otras lenguas, es habitual que la traducción no se haga desde el japonés, sino desde la versión al inglés que se considere más fiable (es decir, LO > LM1 > LM2). Esto antes era bastante frecuente porque no existía un gran número de personas (no anglohablantes) con conocimientos lingüísticos y culturales profundos sobre Japón. A continuación, esta traducción pasa por una etapa de corrección al uso para poder avanzar hacia la sincronización, hacia la adaptación de los subtítulos a la pantalla. En este punto se pueden vislumbrar diferencias entre los fansub y las empresas profesionales, ya que estas últimas se rigen por una serie de normas que estipulan cómo debe aparecer el texto en la pantalla (número de líneas, número de caracteres, tamaño, tipo y color de fuente…), mientras que el fansub tiene más libertad, por lo que podemos encontrar subtítulos de hasta cuatro líneas, colores de fuente distintos según el personaje, cambios de fuente para marcar énfasis, etc. Posteriormente, muchas traducciones incluyen una etapa de edición en la que se adaptan los elementos no verbales, por ejemplo: carteles, mensajes de texto en pantallas de visualización, titulares de periódicos… La posibilidad de incluir esta tarea evidencia hasta qué punto se ha desarrollado este fenómeno y cómo pueden llegar a hacer competencia a las empresas logrando un resultado convincente. Finalmente, se hace un proceso de control de calidad, se comprimen todos los elementos para el formato final del vídeo y se distribuye.
Sin embargo, el gran problema del fansub es que, por su naturaleza amateur, no está regulado al igual que las empresas de traducción, por lo que no hay forma de garantizar que su trabajo haya sido realizado por traductores con habilidades óptimas o que se hayan llevado a cabo procesos de revisión y corrección adecuados según los estándares internacionales. Asimismo, hay que tener en cuenta que no siempre es lícito distribuir de forma autónoma contenido propiedad de una productora; de hecho, en muchas ocasiones estas toman acciones legales contra los realizadores de la traducción.
Lo que sí es cierto es que en un mundo en el que no se adaptan todos los contenidos audiovisuales a todas las lenguas, el fansub realiza una labor encomiable que refleja que la traducción es una herramienta indispensable para la divulgación de cultura.
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