DESMINTIENDO MITOS SOBRE LA TRADUCCIÓN

La traducción, vista desde fuera, es una actividad bastante distinta a cómo es en realidad, cuando la experimentamos desde dentro. Desde luego, esto no es una máxima exclusiva para la industria de la prestación de servicios lingüísticos; cualquier elemento analizado desde la mirada ajena, inexperta y desinformada puede llegar a diferir enormemente de su auténtica naturaleza. Esto se debe a que las personas ajenas a un campo del saber, a una actividad profesional o a un colectivo humano, entre otros cientos de variables, no han tenido la oportunidad de conocer en profundidad las características que configuran su idiosincrasia y, para poder incorporar dichos elementos en su día a día y en sus relaciones interpersonales, tienen que recurrir, como punto de partida, a ideas básicas heredadas u observadas. Por supuesto, estas ideas básicas suelen ser simplistas y se fundamentan en un atisbo de verdad alrededor del cual se construye una serie de afirmaciones periféricas que poco a poco se van cristalizando en el ideario de una comunidad cultural, o de varias. Este es el mismo principio que siguen los estereotipos y, como bien sabemos, la impronta que estos dejan en la sociedad es perjudicial, porque nos hacen concebir la realidad y relacionarnos con ella en base a unas ideas preconcebidas erróneas o incompletas y establecerlas como verdades incuestionables. Por ello, es esencial que nos planteemos constantemente la procedencia de nuestras convicciones y nuestros valores, de modo que podamos detectar elementos sobre los que pueda ser necesario reflexionar, para derribar las estructuras heredadas y construir sobre unos cimientos más sólidos y más justos.

En el ámbito de la traducción, los mitos son bastante comunes. Se trata de una actividad que, entendida como un servicio comercial, no forma parte de la realidad inmediata de las personas, por lo que sobre ella se tienen diversas ideas generales, más o menos acertadas, que a menudo se quedan a mitad de camino a la hora de entender en qué consiste. Ser consciente de esta realidad es importante a todos los niveles, tanto a nivel sociocultural como a nivel empresarial, porque en muchas empresas no existe una información exhaustiva sobre los servicios lingüísticos, lo que puede repercutir en que los clientes no identifiquen que necesitan este tipo de servicios o que, una vez lo identifiquen, no sepan identificar qué servicio en concreto es el que necesitan. Por este motivo, es importante que los profesionales de la traducción, en todas sus formas, seamos conscientes de las falsas creencias que se han creado en torno a nuestra profesión y seamos capaces de derribar estar barreras y proporcionar información precisa sobre nuestro trabajo. Por ello, en el artículo de hoy hemos recopilado algunos de los mitos más extendidos y los vamos a desmentir con argumentos.

El mito principal y que más nos afecta tiene que ver con el alcance de la traducción. Para el público inexperto, los servicios de traducción son solo servicios de correspondencia interlingüística directa en canal escrito, e ignoran el amplio alcance de oportunidades que se pone al servicio de las necesidades de los clientes. La traducción, debe entenderse como una actividad de mediación lingüística en la que tienen cabida todo tipo de servicios, tanto interlingüísticos como intralingüísticos, en una diversidad de canales y modalidades. Así, la traducción, entendida como conjunto de servicios lingüísticos, es un recurso que sirve para acercar culturas y exportar productos a otros mercados de forma satisfactoria. Para ello, se puede variar el canal (oral o escrito), la modalidad (jurídica, audiovisual, semiótica) e incluso la finalidad (adaptaciones o traducciones intralingüísticas).

En línea con el alcance de las agencias de traducción y demás profesionales autónomos, existen varios mitos en cuanto a las habilidades necesarias para convertirse en traductor profesional. Por ejemplo, existe la creencia de que el mero conocimiento de un idioma, bien por estudio o por bilingüismo, faculta a la persona para desempeñar esta actividad. Sin embargo, la realidad demuestra que las necesidades interlingüísticas actuales requieren otras aptitudes más allá del dominio lingüístico, que se da por supuesto como requisito básico. Los traductores deben estar concienciados de en qué consiste la actividad de la traducción y de las implicaciones de su trabajo, se les supone un conocimiento o una experiencia en una serie de ámbitos de especialidad o bien deben tener buenas capacidades de documentación y recopilación de fuentes; asimismo, deben tener sensibilidad para ofrecer traducciones que se ajusten a los encargos específicos, ya que en ocasiones no se busca una traducción palabra por palabra, sino saber reformular los contenidos para lograr el efecto deseado en la audiencia, además de conocer herramientas de traducción asistida y aplicar con precisión controles de calidad. Por ello, no se le puede confiar una traducción profesional a una persona que hable el idioma de la traducción en cuestión. Esto nos lleva al siguiente punto: la bidireccionalidad. Aunque existen traductores que pueden traducir hacia su lengua nativa y desde su lengua nativa (traducción directa frente a inversa), lo habitual es que los traductores traduzcan a su lengua nativa, ya que siempre es deseable contar con un profesional que conozca al máximo todas las implicaciones del uso de esa lengua y que sepa discernir cuándo una traducción suena más natural.

En el lado de las empresas, también encontramos otras falsas creencias. La más habitual suele ser desestimar la necesidad de los servicios de traducción, y confiar en que su producto podrá entrar en los mercados extranjeros sin ningún tipo de localización. Pero lo cierto es que la práctica evidencia de que los consumidores confían más en un producto cuando este se presenta en su lengua nativa y de forma atractiva a sus expectativas culturales. Pero, para ello, hace falta escoger a un buen proveedor de servicios lingüísticos y el servicio lingüístico apropiado. Aquí es donde aparecen otros mitos, como que solo las grandes agencias multinacionales son confiables a la hora de solicitar traducciones de calidad, o que las traducciones se hacen en muy poco tiempo, o que la traducción automática es más que suficiente en todos los casos, o que a cuántos más traductores se involucre en el proceso mayor será la calidad, etc. Todas estas ideas pueden desmontarse fácilmente con el asesoramiento por parte de las agencias de traducción, que, para lograr los mejores resultados, deben establecer una buena comunicación con los clientes e informarles de todo el valor que pueden poner a su alcance para ayudarles a lograr sus objetivos.

 

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